El 25 de noviembre de 2016, el mundo se detuvo para Cuba: Fidel Castro, uno de los líderes más influyentes y controvertidos del siglo XX, falleció a los 90 años. Tres días después, el 28 de noviembre, miles de cubanos acudieron a la Plaza de la Revolución en La Habana para rendir homenaje a sus cenizas. Aquella jornada, marcada por largas colas bajo el sol, fue más que un acto simbólico; representó un punto de inflexión en la historia de un país profundamente dividido por el legado de su líder.
Ocho años después, recordamos este episodio con una mirada más amplia y contextualizada. ¿Qué nos dicen esas imágenes de filas interminables, rostros solemnes y lágrimas genuinas sobre el impacto de Fidel Castro en la sociedad cubana y más allá?
Entre el respeto y el rechazo
Para muchos dentro de la isla, Fidel representó un luchador incansable contra las desigualdades y un símbolo de resistencia frente al imperialismo. Sus políticas de educación y salud pública, a pesar de las severas restricciones económicas, dejaron una huella imborrable. Esto explica por qué tantas personas acudieron a despedirlo con dolor y gratitud.
Sin embargo, esa realidad contrastaba fuertemente con la de los cubanos en el exilio, especialmente en Miami, donde las celebraciones tras su muerte reflejaban el rechazo a las décadas de represión, censura y falta de libertades bajo su gobierno.
El simbolismo de la Plaza de la Revolución
La Plaza de la Revolución, escenario de discursos históricos de Fidel, fue el lugar elegido para el último adiós. Este espacio, cargado de significado político, se transformó en un mosaico de emociones: tristeza, respeto y nostalgia por parte de sus seguidores, y quizás, para otros, un lugar de reflexión sobre los costos humanos y sociales de las políticas del líder revolucionario.
El paso del tiempo: ¿qué ha cambiado?
En los años posteriores a la muerte de Fidel Castro, Cuba ha enfrentado desafíos significativos. La transición de liderazgo a su hermano Raúl Castro, y luego al actual presidente Miguel Díaz-Canel, no ha sido suficiente para resolver los problemas económicos y sociales que afectan al país.
El embargo económico, la pandemia de COVID-19 y la creciente diáspora han intensificado las dificultades de la población.
Mientras tanto, la percepción de Fidel ha evolucionado. Para las nuevas generaciones, su figura se presenta como un personaje histórico lejano, más asociado a los libros de texto y los relatos familiares que a la experiencia directa.
Sin embargo, los debates sobre su legado siguen vigentes, dividiendo opiniones tanto dentro como fuera de Cuba.
El eco de un líder polémico
La muerte de Fidel Castro marcó el fin de una era, pero su influencia perdura.
Las imágenes de los cubanos despidiéndose en 2016 son un recordatorio de la complejidad de su legado: un líder amado por muchos y detestado por otros, cuya figura sigue siendo un símbolo de resistencia para algunos y de opresión para otros.
Al mirar hacia atrás, ocho años después, la pregunta persiste: ¿qué significa realmente Fidel Castro para Cuba y para el mundo? Tal vez la respuesta no esté en las filas bajo el sol ni en las celebraciones en Miami, sino en las historias y vivencias de quienes todavía viven las consecuencias de su revolución.