Se desempeñó como estratega de la guerrilla sandinista en la lucha contra la criminal y corrupta dictadura del clan Somoza, y luego lo fue del ejército Popular Sandinista en el combate frente a la contra de Reagan.
Ahora, alejado de las armas y de la guerra, hizo trinchera en la búsqueda del diálogo para resolver la violenta crisis sociopolítica que golpea, desde 2018, a Nicaragua.
Fue el último combate ideológico de Humberto Ortega, y, lidiando en calidad de preso político, dejó la vida -el 30 de setiembre de 2024-.
Su lucha guerrillera en el campo de batalla fue severamente marcada más de medio siglo antes, cuando resultó severamente herido, integrando un comando guerrillero sandinista que liberó -el 23 de diciembre de 1969, en la limítrofe Costa Rica- al cofundador del FSLN, Carlos Fonseca (1936-1976), quien -acusado de haber participado en un asalto a un banco- se hallaba recluido en una instalación policial en la central ciudad de Alajuela.
Dos impactos de bala, que recibió durante un tiroteo con efectivos policiales costarricenses, le afectaron, permanentemente, la movilidad de las manos.
En su condición de comandante de la revolución, fue uno de los nueve integrantes de la Dirección Nacional del entonces gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional (Fsln), y, durante la administración revolucionaria (1979-1990) se desempeñó, con grado de general, como ministro de Defensa y, simultáneamente, jefe del Ejército Popular Sandinista (EPS).
Cuando, al final de los ‘80s, las negociaciones entre la contra y el gobierno revolucionario pasaron a ser directas -sin mediación ni manipulación de la Iglesia católica, específicamente, del cardenal Miguel Obando y Bravo (1926-2018)-, el general fue designado para dirigir el equipo negociador de la administración sandinista.
Similar gestión cumplió al inicio de los ‘90s, cuando su hermano Daniel Ortega perdió la primera de tres elecciones presidenciales consecutivas -1990, 1996, 2001-.
El general representó al gobierno revolucionario, en las conversaciones para la transición a la primera administración encabezada por una mujer -Violeta Chamorro (1990-1997)-.
En ese diálogo -enmarcado en profunda tensión política, y mediado por Obando y Bravo-, tuvo al entonces futuro ministro de la Presidencia -y yerno de Chamorro-, Antonio Lacayo, como interlocutor.
La llegada de Doña Violeta -como popularmente se conoce a la ex mandataria-, a la presidencia, menguó la previsible incidencia sandinista en el poder, ya que, en el discurso inaugural, la nueva gobernante anunció, el 25 de abril de 1990, que asumía, simultáneamente, la titularidad del Ministerio de Defensa.
Chamorro dio, así, respuesta a la advertencia formulada, en conferencia de prensa llevada a cabo temprano la mañana del 26 de febrero de 1990, por el entonces presidente Daniel Ortega, para aceptar la derrota electoral del día anterior: “entregamos el gobierno, pero no el poder”.
Con la decisión de la nueva mandataria, el general Ortega quedó relegado a la jefatura de la fuerza armada, cargo que abandonó en 1995, a raíz del cambio de orientación y denominación del EPS -ahora, Ejército de Nicaragua-.
El regreso de Daniel Ortega, en 2007, a la presidencia de Nicaragua, marcó un poderoso punto de inflexión, que conmocionó lo mismo la historia de país que la relación entre los dos hermanos.
La crecientemente autocrática gestión del presidente, su cuestionada permanencia en el poder mediante sucesivas reelecciones (2006, 2011, 2016, 2021) internacionalmente repudiadas como ilegítimas, el posicionamiento -mediante las dos más recientes votaciones- de Rosario Murillo -esposa del mandatario, cuñada del general- como vicepresidenta, y su vertiginoso empoderamiento, son componentes que minaron, irreversiblemente -aunque con altibajos-, el vínculo Daniel-Humberto.
Daniel Ortega está acumulando antigüedad en la presidencia de Nicaragua.
Al contabilizar sus décadas en el poder, hay que tener en cuenta que debutó en calidad coordinador de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional (JGRN) -instalada cuando cayó la dictadura somocista-, cargo que desempeñó desde 1979 hasta 1985.
A continuación, su mandato inicial como presidente -derivado de las primeras elecciones sin somocismo- se extendió de 1985 a 1990.
Ello significa que, solamente en la era revolucionaria sandinista, Ortega acumuló 11 años en el poder.
De inmediato, ocurrió la cadena de fracasos electorales -1990, 1996, 2001-, hiato tras el cual logró ganar la votación de 2006.
A partir de ese momento, y fruto de una irregular reforma constitucional -que estableció la reelección presidencial, por tiempo indefinido-, ha completado tres quinquenios consecutivos en la presidencia (2007-2012, 2012-2017, 2017-2022), más el que está en desarrollo (2022-2027) -el primero, por elección, los otros dos, vía cuestionada reelección-.
De momento, sumando todos los períodos en el poder, Ortega contabiliza 28 años de mando, y, con el quinquenio inaugurado el 10 de enero (2022-2027), apunta al gran total de 31.
En tal contexto, los hermanos mantuvieron, durante años recientes, una relación caracterizada por pública tensión -con altibajos-.
En algunos momentos, el general fue crítico del presidente, lo que alternó con declaraciones de naturaleza conciliadora.
Estallada la crisis actual, en abril de 2018, Humberto Ortega se manifestó, reiteradamente, partidario de la búsqueda de solución por la vía del diálogo.
Ello, no obstante el contundente fracaso de las conversaciones régimen-oposición llevadas a cabo en 2018 y en 2019, con mediación de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN).
Así, en un artículo de opinión que, con título “Tregua santa”, fue publicado el 7 de marzo de 2023, por el perseguido e histórico diario nicaragüense La Prensa, el general formuló, ante la proximidad de la Semana Santa -al mes siguiente-, una propuesta, lo mismo a la dictadura que a la vergonzosa oposición -principalmente la exiliada-.
El autor planteó la necesidad de que ambas partes depusieran la intransigencia, y atenuó, en cierta medida, la crítica a su hermano.
“La pugna se agudiza cruelmente, chocan ilícitos civiles partidistas armas en mano: paramilitares y atrincherados”, planteó, para aclarar que, en la represión antiopositora, “el presidente Ortega no involucra directamente al Ejército”.
“En mayo, fracasa el intento de Diálogo Nacional convocado por el Gobierno, por la alta polarización acentuada por la sangre derramada, y extremos en las partes, opositores por suplantar al Gobierno, este por desmontar las protestas, endureciendo el poder”, agregó, respecto a la primera iniciativa de conversación, en 2018.
En cuanto a la segunda, en 2019, señaló que, “en febrero se frustra otro intento de Diálogo Nacional. El radicalismo ideológico es expresado sectariamente por los confrontados”, relató.
“El Gobierno reelegido en noviembre de 2021 refuerza la tendencia dominante civil-policial, que desarticula la oposición política, encarcela diversos dirigentes de nuestra sociedad”, precisó, de inmediato.
“Distintos opositores en el exilio, redes, son intransigentes, y alientan la venganza sobre los gobiernistas, y se oponen tajantemente a la negociación esperando que el Gobierno estalle violentamente”, escribió
“Los fanáticos opositores prometen represalias sangrientas a todos los sandinistas que derrumbamos a Somoza”, agregó.
“Los más exaltados impugnan obras de progreso del Gobierno por beneficiosas que sean, y surgen calificativos de enemigos y traidores, a quienes ejercen el derecho de criticar al Gobierno”, precisó, a continuación.
Ante tal estado de situación, el general propuso: “con el recogimiento espiritual de la cercana Semana Santa en abril, cesar las partes nacionales la alta confrontación de odio, exclusión”.
Ello, “iniciando por distintas modalidades comunicación en aras de bajar la intensa polarización política (…)para facilitar alcanzar acuerdos básicos, viables con prontitud”, explicó.
Y en un artículo de opinión titulado “¿Hecatombe?”, que fue difundido, el 6 de mayo de 2024, por La Mesa Redonda -medio de comunicación nicaragüense que opera en el exilio en Costa Rica-, aseguró que, en el plano mundial es necesario lograr un sistema socioeconómico justo, y que, en Nicaragua, hay que lograr la coexistencia democrática.
Tras referirse al complejo entorno sociopolítico, económico, y militar global -que, según advirtió, implica el riesgo de una guerra nuclear, además de lo que definió como la implícita hecatombe para la humanidad-, el general señaló la perspectiva de un pacto global.
“Urge Acordar el Orden Económico Social Mundial Humanista, justo y equitativo, una hegemonía compartida, de la estructura mundial de dominación”, planteo, a manera de exhortación en la cual no profundizó.
En lo que tiene que ver con Nicaragua formuló un llamado -en referencia implícita- a la mutua tolerancia para hallar salida a la crisis estallada en 2018-.
“Nicaragüenses: Impulsemos el Centro Político para la coexistencia en la sociedad democrática”, escribió.
No obstante la actitud componedora mostrada por el militar retirado, la tensión entre los hermanos siguió manifestándose, hasta detonar.
La mecha que causó la explosión fue lo expresado, por el militar retirado, en una extensa entrevista publicada, el 19 de mayo de 2024, por el medio de comunicación argentino Infobae.
Al declararse neutral respecto al régimen y a la oposición, Humberto Ortega aseguró, a Infobae, que no descartaba la posibilidad de ser blanco de un atentado, y advirtió sobre la inexistencia de una línea sucesoria para su hermano.
“No estoy ni en favor ni en contra del gobierno del presidente Daniel Ortega, ni en contra ni en favor de las fuerzas opositoras: estoy en los esfuerzos por mis ideales para una Nicaragua democrática y en paz”, explicó.
“Mi ética y moral de un antiguo luchador de nobles utopías, me obliga en el esfuerzo por ayudar a mi patria a salir de la profunda crisis política que nos agobia, y que retrasa el desarrollo más potente del país”, agregó, además de aclarar que “me esmero en predicar el Centrismo político humanista, que resuelva el conflicto generando justos acuerdos nacionales”.
También se refirió, en términos particularmente severos, a ex dirigentes sandinistas.
“Hay algunos, ahí, que tuvieron relevancia, que están en el gobierno, algunos que fueron miembros de la Dirección Nacional histórica, que están, ahí, apoyando a Daniel”, agregó, respecto a actuales colaboradores -sin nombrarlos-, como Bayardo Arce, un comandante de la revolución y ex integrante de la dirección del Fsln quien se desempeña como asesor económico presidencial.
“Esta gente ha perdido liderazgo, porque no ha sabido luchar por él”, aseguró, para subrayar que se trata de “sandinistas que fueron de la dirección y que, en esta coyuntura, ni siquiera son capaces de sacar un artículo como los que yo escribo, y sacar una crítica constructiva como la que yo he sacado, y me he expuesto ante gente radical que quisiera matarme”.
“Yo jamás les he mostrado miedo, y jamás he dicho me voy de Nicaragua, jamás he dicho que me voy a exiliar, y, si me quieren hacer eso, no lo voy a tolerar y voy a preferir morir defendiendo esos principios que darles el chance de que me humillen”, precisó.
“A mí, no me protege ser hermano, para mí eso no es lo fundamental”, dijo, a continuación.
“Que seamos hermanos de sangre no quiere decir que este agrupamiento que dirige Daniel no haya tenido y tenga enormes malestares con un hombre como yo: ha habido algunos que han llegado a pensar en eliminarme”, denunció.
“De Daniel, nunca lo he sabido, pero, sí, de gente que esta con él, yo lo sé”, reafirmó.
“Que te pueden envenenar, te pueden dejar ir un furgón en la carretera? Esas cosas pueden pasar. ¿Me pasaron? Pues ni modo, hasta ahí llegué”, planteó, en modo de premonitoria reflexión.
“Como hermano, me genera confianza que conozco a Daniel, desde niño, y sé que él, como individuo, es incapaz de, personalmente, actuar como asesino, y mucho menos contra un hermano suyo”, aclaró.
“Pero, en una situación alterada, este mismo grupo, con él al frente, me colocan al punto de la soga”, no obstante lo cual, “yo no ando con policías, desde que salí del Ejército, yo no tengo escolta del Ejército, nunca me la dio”, y “la escolta que yo tengo es organizada y financiada con mi propio esfuerzo, gente sencilla -algunos, retirados de Ejército-, y son pocos”, aseguró.
“O sea, que si a mí me quieren matar, es fácil”, dijo, a manera de pragmático resumen.
Durante el diálogo con Infobae, Humberto Ortega mostró escepticismo en lo que tiene que ver con la sucesión de su hermano.
En ese sentido, opositores y analistas políticos coinciden en señalar, en posición privilegiada, a Murillo -quien, según las mismas fuentes, mantenía enemistad respecto a su cuñado el general-, lo mismo que a Laureano Ortega -uno de los hijos de la pareja gobernante-.
“Cuando hay un poder de tipo autoritario, dictatorial como el actual, que depende muchísimo de la figura de un líder que ejerce la Presidencia, ante la ausencia de este, es muy difícil que haya una continuidad del grupo de poder inmediato”, comenzó a explicar.
Ello, “porque la misma tendencia autoritaria, personalista, verticalista de mandar, ha castrado las correas de trasmisión del partido”, afirmó, en alusión al Fsln.
“El partido actualmente no tiene repuesto”, mientras sus dirigentes actuales “están ahí, no por una mística sino por estar ahí como funcionarios, muchos queriendo hacer bien, pero más que todo, teniendo beneficios de esa participación gubernamental y política”, agregó, para, a continuación, vaticinar: “si falta Daniel Ortega, para mí, Humberto Ortega, no hay posibilidad de que nadie de ese grupo de poder pueda ejercer la influencia frente a un proceso”.
Aunque en obvia referencia a Murillo, dijo que “no quiero mencionar a nadie en particular”, y reafirmó que, “sin Daniel, no hay nadie, porque, con todo y todo, Daniel es el único líder, histórico, que aún conserva los créditos de esa lucha (revolucionaria)”.
“Sin Daniel, veo muy difícil que haya unos dos o tres que se junten, mucho menos uno en particular, y más difícil en la familia, hijos que no han tenido el acumulado de una lucha política”, reafirmó.
“Con la ausencia de Daniel, sería muy frágil sostener todo lo que hasta ahora ha logrado sostener, con gran esfuerzo y con enormes complejidades, no sólo a nivel interno sino también con las fuerzas aliadas de las izquierdas y los gobiernos de la región: al único que conocen es a Daniel”, siguió subrayando.
La entrevista fue difundida, por Infobae, la mañana del 19 de mayo.
Según versiones periodísticas, efectivos policiales rodearon, por la noche, la residencia del general -ubicada en las afueras de Managua, la capital nacional-, y lo sometieron a arresto domiciliario.
Al informar, la mañana siguiente, sobre el hecho, La Mesa Redonda indicó que “el General en retiro (…) Humberto Ortega, hermano del dictador Daniel Ortega está preso en su casa, confirmaron fuentes de todo crédito”.
“Se le despojó de celulares y computadoras”, y “se alerta que su celular personal podría estar siendo hackeado por la Policía”, precisó.
“El operativo policial contra Humberto Ortega habría sido ordenado por la vicedictadora Rosario Murillo”, aseguró la plataforma noticiosa, además de precisar que “el General (r) de 77 años es convaleciente de afectaciones al corazón, recientemente sufrió una insuficiencia cardíaca”.
De acuerdo con algunas versiones periodísticas, el militar retirado recibió, asimismo, una citación policial, para la mañana siguiente.
La Policía Nacional (PN) informó, el 21 de mayo, que estaba facilitando que médicos lo mismo privados que del Ministerio de Salud (Minsa) valorasen el estado de salud del general retirado.
“El Ministerio de Salud y la Policía Nacional de Nicaragua informan que un Equipo Médico integrado por Especialistas del MINSA y Médicos particulares de cabecera, ha visitado y valorado hoy la condición de salud del General en Retiro Humberto Ortega Saavedra, en su casa de habitación”, aseguraron la fuerza represora y el ministerio, en la Nota de Prensa No. 003-2024 difundida por la PN.
“El Ministerio de Salud y el Médico Cardiólogo de cabecera han realizado todas las valoraciones necesarias y le han encontrado estable en su condición de Paciente Coronario, y otros padecimientos propios de su edad y enfermedades de base”, agregaron, en el teto de cinco párrafos.
“Se ha instalado una Unidad de Atención Médica Especializada para cuidar las dolencias que han aquejado y aquejan al General Ortega”, indicaron, además de asegurar que “el Equipo de Especialistas estará en permanente comunicación, coordinación y visitas”.
De acuerdo con versiones periodísticas, el general estuvo, desde el 11 de junio de 2024, internado en una sala ubicada en el cuarto piso del capitalino Hospital Militar “Dr. Alejandro Dávila Bolaños”, en régimen de aislamiento.
A los nueve días de difundida la entrevista, Daniel Ortega declaró, públicamente, a su hermano -quien se hallaba en régimen de casa por cárcel- de ser traidor a la patria, y lo acusó de haber entregado su alma, al diablo.
La acusación fu formulada la noche del 28 de mayo, durante el acto oficial central de conmemoración del 45 aniversario del Inicio de la Ofensiva Final Insurreccional que condujo, el 18 de junio de 1979, al derrocamiento de la dictadura somocista (1933-1979).
Al historiar la creación de la Medalla al Valor “Camilo Ortega” -una de las principales distinciones que otorga el Fsln, principalmente a ex combatientes revolucionarios-, indicó que la condecoración lleva el nombre de su también guerrillero hermano menor, quien cayó en combare, en 1978 -a la edad de 28 años-.
El dictador cuestionó fuertemente, a continuación, el hecho de que, durante la administración de Chamorro el general Ortega -quien continuaba desempeñándose como jefe del ejército-, condecoró, con esa medalla, al entonces agregado militar estadounidense en Nicaragua, Dennis Quinn.
Absteniéndose de mencionar, por nombre, a su hermano, Daniel Ortega dijo que “el Jefe del Ejército en ese entonces cometió el sacrilegio de entregarle esa Orden (…) al que era Delegado Militar del Gobierno de los Estados Unidos en Nicaragua, Agregado Militar, Dennis Quinn (…) dársela al yanqui”.
“Qué vergüenza!”, exclamó, para agregar: “una traición al Pueblo! Una traición a la Patria!”.
“En ese momento, el Jefe del Ejército, ya tenía entregada su alma, al diablo”, aseguró.
“No estábamos en el Gobierno nosotros: estaba gobernando el Gobierno yanqui”, aclaró, en alusión al apoyo que Estados Unidos proporcionó, inicialmente, a la candidatura de Chamorro, y, luego, a la administración de la primera presidenta del país centroamericano.
Además, leyó el extenso decreto mediante el cual dejó sin efecto el otorgamiento de la medalla, al militar estadounidense.
Ante los asistentes al acto conmemorativo -principalmente oficiales y suboficiales del ejército y la policía-, anunció que, “hoy (…) voy a promulgar este Decreto (…) y lo hago en nombre del Pueblo de Nicaragua, que es un Pueblo Digno, un Pueblo que no se rinde ni se arrodilla ante los invasores, ni ante los agresores”.
“En uso de las facultades que me confiere la Constitución Política he dictado el siguiente Decreto: Anular, invalidar y retirar esa infamia que ofende a todos los Nicaragüenses Dignos, insultados por la Condecoración a un Representante Militar del Imperio norteamericano, que tanto ha agredido y agrede al Pueblo nicaragüense, y a los Pueblos del Mundo”, se indica en el texto.
“Anular esa Condecoración a un Militar yanqui, es legítima defensa de la Soberanía, la Dignidad y el Honor Nacional”, agrega el decreto.
Entre los considerandos, el documento señala, respecto a la entrega de la medalla, a Quinn, que “esta inconcebible acción se califica como Vergüenza Nacional, al entregar a un Militar yanqui una Medalla de tanta relevancia y trascendencia y evidentemente, constituye un Acto de Entreguismo y Traición a la Patria”.
Por su parte, en reacción al confinamiento del militar -en régimen de casa por cárcel- la exiliada comandante guerrillera Mónica Baltodano, opositora al régimen, planteó que la medida fue ordenada por Murillo, en represalia por las declaraciones formuladas, por Ortega, a Infobae.
“Ella tiene las correas de poder y mando, y eso explica lo que le hicieron a Humberto”, dijo Baltodano, una ex presa política (1977) de la dictadura somocista (1933-1979), en declaraciones reproducidas, el 22 de mayo, por La Mesa Redonda.
“Yo creo que lo que pasó, ahí, es que ella fue la que mandó a prácticamente dejarlo en casa por cárcel, y la postura de Daniel, probablemente, es la permisibilidad, como en muchos otros eventos”, reflexionó.
“Es muy importante escudriñar la opinión de Humberto”, ya que, en las declaraciones a Infobae, “él aborda temas muy espinosos”, señaló, para agregar que “ha de haber sido como una gran bomba”.
Para la pareja gobernante, “la afirmación que él hizo de que Daniel Ortega puede desaparecer, en cualquier momento, y, cuando lo dice, no se refiere exclusivamente a la desaparición física, o la muerte, sino a la necesidad de que sea removido, y que él no mira, dentro de la actual estructura de poder, el relevo”.
“Y dice, claramente, que ni Rosario Murillo ni los hijos de Daniel y Rosario Murillo tienen la autoridad, tienen la historia, tienen la fuerza, tienen el reconocimiento como para ser los relevos”, siguió planteando.
“Esa es, realmente, una afirmación muy importante que, obviamente, iba a tener repercusiones”, tal “como lo vimos”, expresó.
Baltodano aseguró, asimismo, que Humberto Ortega “nuca se había pronunciado, con la fuerza y la claridad como la que hizo en esta entrevista”, y señaló que “llegó a calificar este régimen como corrupto, como dictatorial, autoritario, y antidemocrático”.
“Rosario Murillo, tiene el control de todos los resortes principales del poder, es la única”, aseguró, además de expresar que, por ejemplo, “es la que dirige el gabinete, es la que se reúne con los alcaldes, es la que comparece (públicamente) como que si ya ella fuera la presidenta”.
Sin embargo, “en realidad, su autoridad es una autoridad derivada”, aclaró, para puntualizar que “ella puede tener las riendas de las instituciones y de las decisiones cotidianas, pero su autoridad es derivada”, y “yo creo que ella está clara que, todavía, ella no logra ver ese caudillismo -ella no es la caudilla-, y, por el contrario, por su carácter, por sus características particulares, ella es una persona que genera mucha antipatía”.
“Su estilo es un estilo absolutamente despótico e intolerante, no soporta, no puede escuchar largamente a alguien que opina diferente a ella: lo calla y lo manda al carajo, si es posible”, contexto en el cual “ella ha sustituido el respeto por el miedo”, y, por esa razón, “algunos aparentan expresarle respeto, pero, en realidad, lo que tienen es miedo”.
Baltodano advirtió, a continuación, que, “desaparecido Daniel -no sólo por muerte sino porque tenga que ser declarado incapaz-, no podría, ella, de la noche a la mañana, controlar todas las cosas”.
Siguiendo, en términos generales, esa línea de análisis, en declaraciones reproducidas el 30 de setiembre, por el medio de comunicación nicaragüense Artículo 66, el dirigente opositor Héctor Mairena, integrante de la Unión Democrática Renovadora (Unamos) -anteriormente denominada Movimiento Renovador Sandinista (MRS)-, responsabilizo al régimen, por el fallecimiento de Humberto Ortega.
“Todo eso, demuestra la saña, la venganza con la que los Ortega Murillo reaccionan frente a cualquier voz disidente, por mínima que sea”, expresó Mairena, un abogado nicaragüense.
“Por otro lado, también refleja la perversidad de la dictadura, que no respeta lazos consanguíneos ni afinidad familiar”, señaló, a continuación.
Coincidentemente, y también citado por Artículo 66, Álvaro Leiva, presidente de la Asociación Centroamericana de Promoción y Defensa d lo Derechos Humanos (Acdh by Anpdh), dijo que sobre el régimen pesa lo ocurrido al general retirad.
“El allanamiento, hace algunos meses, a su residencia, la ‘asistencia médica gubernamental’ a causa de su padecimiento cardíaco, , su hospitalización luego del allanamiento, su reclusión domiciliaria fueron recientes pruebas de que Humberto Ortega no era hermano ni cuñado sino enemigo, como lo son todos los sandinistas que se autollaman históricos”, dijo Leiva, un abogado nicaragüense-español exiliado en Costa Rica.
Marcando un contraste con los señalamientos que responsabilizan a la pareja gobernante por lo ocurrido al militar retirado, Murillo expresó, también el 30 de setiembre, en su alocución radial diaria, que, “desde ayer, antier, estábamos muy pendientes de la salud del General-en-Retiro Humberto Ortega Saavedra”.
“Como Familia, también nos sumamos a la tristeza de la partida física, pero sabemos que las Personas, los Seres, las Almas, los Corazones, los Espíritus, nos encontramos en la Vida Eterna. Allá, en ese otro Plano de Vida nos reúne el Amor”, planteó.
Murillo se refirió, igualmente, a la Nota de Prensa que el régimen emitió en la misma fecha.
“Al comunicar su fallecimiento recordamos el aporte estratégico del General Ortega como Militante Sandinista desde su adolescencia, su Valentía en acciones militares revolucionarias como el rescate del Comandante Carlos Fonseca Amador en Costa Rica, donde fue baleado”, según lo planteado en el texto oficial.
“Reconocemos sus escritos, plataformas, teorías insurreccionales e históricas, que recopilaron y expusieron de forma brillante las Epopeyas del Heroico Pueblo nicaragüense y del Frente Sandinista de Liberación Nacional”, e indicó, en el texto de siete párrafos.
Interrogado, por Infobae, respecto a cómo dar solución a la crisis que sigue golpeando a Nicaragua, el general reafirmó su convicción de diálogo, de un converger nacional.
En ese sentido, planteó la necesidad de “un ‘reencuentro’ entre todas las fuerzas de la sociedad -particularmente las políticas, que están más llenas de odio y polarizadas-”.
A continuación, aclaró: “para esto, la iniciativa debe llevarla el régimen, y el presidente Daniel Ortega en particular”.