Inauguración del Hotel Más Alto de Cuba: Polémica y Hermetismo Rodean la Torre K

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La inauguración del hotel más alto de Cuba, conocido como la Torre K, ha generado una ola de críticas y controversias, no solo por su imponente altura, sino por el contexto en el que se levanta. Con sus 42 plantas y 155 metros de altura, este gigantesco edificio ha sido objeto de debate en un país que atraviesa una profunda crisis económica, exacerbada por sanciones, la pandemia y errores en la gestión interna.

El hotel, que forma parte del conglomerado estatal Gaesa (controlado por el ejército) y es gestionado por la cadena española Iberostar, ha sido descrito como un símbolo de la apuesta gubernamental por la construcción de hoteles de lujo, a pesar de la realidad económica del país. Con una inversión de 200 millones de dólares, la Torre K cuenta con casi 600 habitaciones y se erige como una torre de cristal, hormigón y acero en el norte de La Habana, destacándose entre los viejos edificios de la zona.

Lo que había sido anunciado en 2018 como un ambicioso proyecto turístico, se ha convertido en una carga para el imaginario colectivo. En lugar de ser inaugurado con bombos y platillos, la apertura del hotel se realizó casi en silencio, sin publicidad, sin ceremonias de corte de cinta y sin menciones en los medios oficiales. Este bajo perfil contrasta con la grandiosidad de la infraestructura, lo que ha generado una fuerte discrepancia entre los que consideran que el proyecto refleja el afán de captar divisas a través del turismo y aquellos que ven en él una muestra de despilfarro en tiempos de austeridad.

El contraste con la situación socioeconómica del país es evidente: Cuba atraviesa por un aumento en la inflación, escasez de productos básicos y frecuentes apagones. Además, el número de turistas que visita la isla sigue siendo bajo, con una caída del 10% en 2024 con respecto al año anterior, una cifra alarmante que no coincide con la expansión hotelera en curso.

Mientras tanto, la inversión del gobierno cubano en el sector turístico continúa siendo considerable, al punto de que en 2024 se duplicó la inversión en hoteles y restaurantes, mientras que se redujeron los fondos destinados a sectores clave como educación, construcción y salud.

En las calles cercanas a la Torre K, la población también expresa su división sobre el proyecto. Vania, una joven de 24 años, cree que el hotel es una buena idea, pero reconoce la frustración de muchos por la desigualdad que genera. «Hay muchas personas que no les puede agradar la idea porque en estos momentos la economía del país no es la mejor», menciona. Por otro lado, Roberto, un hombre de 63 años, considera positivo contar con una infraestructura de primer nivel, aunque también entiende las críticas. «Hay muchas personas que carecen de vivienda, entonces dicen ‘mira el gasto con una estructura así y nosotros no tenemos ni un techo donde vivir'», reflexiona.

El Hotel Torre K, con su modernidad y lujo, sigue siendo un claro reflejo de las contradicciones sociales y económicas de Cuba, donde el brillo de la arquitectura de vanguardia choca con las carencias cotidianas de la población.

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