En un contexto donde el expresidente Donald Trump intensifica su influencia sobre corporaciones y universidades, un pequeño pero creciente grupo de profesionales en Estados Unidos ha comenzado a renunciar en protesta por lo que consideran una rendición moral de sus empleadores ante el poder político.
En febrero de este año, John Morris tomó una decisión que cambiaría el rumbo de su carrera. Tras una década trabajando en la práctica de estrategia tecnológica de Accenture, renunció públicamente luego de que la compañía desmantelara sus políticas de diversidad en respuesta a presiones del expresidente Donald Trump.
“Están usando esto como una manera simbólica de obligar a las grandes corporaciones a arrodillarse”, declaró Morris en una entrevista. “Eso, para mí, es fundamentalmente inaceptable.”
Su salida fue más que un simple acto personal: se convirtió en un grito de protesta contra lo que muchos ven como una capitulación de empresas ante una agenda política regresiva que amenaza los avances en diversidad, equidad e inclusión (DEI).
Renuncias que resuenan
Morris no está solo. Profesionales como él, desde abogados hasta estrategas corporativos, están denunciando públicamente a sus empleadores por lo que consideran una sumisión temerosa ante el expresidente y sus aliados. Estas decisiones, lejos de ser fáciles, implican un alto costo profesional y personal.
Uno de los casos más emblemáticos ocurrió en marzo, cuando el bufete de abogados Skadden, Arps, Slate, Meagher & Flom acordó proporcionar $100 millones en servicios legales gratuitos para causas respaldadas por Trump. La firma también anunció que retiraría la mayoría de sus programas de DEI, lo que provocó una ola de renuncias.
“Fue como si, en un solo día, el bufete al que tanto admiraba hubiera dicho: ‘En realidad, no somos eso en lo que creías’”, expresó Brenna Frey, abogada que dejó la firma tras el anuncio.
La presión del silencio
Renunciar no siempre es suficiente. Muchos, como Frey y Morris, han decidido contar sus historias en plataformas como LinkedIn, generando una ola de apoyo —y también de temor— dentro de sus industrias.
Jacqui Pittman, de 27 años, dejó Kirkland & Ellis —el bufete más grande del mundo por ingresos— tras la firma de un acuerdo con el gobierno de Trump. “Ya no puedo ser complaciente ni ignorar lo que está pasando por comodidad temporal”, escribió.
Una estrategia de poder
La estrategia de Trump, según sus críticos, consiste en forzar a las instituciones a doblar la rodilla. Esto ha incluido amenazas a universidades como Columbia, Harvard y Princeton, acusadas de promover agendas “antiamericanas” o de no reprimir suficientemente las protestas estudiantiles.
Harvard, por ejemplo, rechazó las demandas de supervisión gubernamental, a lo que la administración respondió congelando más de $2 mil millones en fondos federales. Frente a esto, estudiantes y académicos se han manifestado exigiendo que las universidades resistan la intromisión política.
¿Adaptarse o resistir?
Mientras algunos líderes empresariales y académicos defienden los acuerdos como medidas pragmáticas para proteger sus instituciones y empleados, otros, como el expresidente Barack Obama, han llamado a no ceder ante el chantaje político.
“Tal vez pierdan algo de negocio, pero deben defender un principio”, dijo Obama en recientes declaraciones públicas.
Para muchos profesionales jóvenes, como los que están renunciando, el mensaje es claro: el costo de la sumisión es mayor que el de la resistencia.
Reflexión final
Las decisiones de Morris, Frey, Pittman y otros no solo reflejan una profunda preocupación por el estado de la democracia estadounidense, sino que también señalan una transformación en el papel que los trabajadores desean tener en sus organizaciones: no solo ser empleados, sino agentes de cambio que defienden los valores que creen esenciales para una sociedad justa.
En un mundo corporativo que parece cada vez más dispuesto a negociar con el poder político, estas renuncias representan un llamado de conciencia… y de valentía.
