Las tranquilas calles de Naucalpan, Estado de México, han sido testigos de una inusitada aglomeración de personas que, en su desesperación, esperan pacientemente su turno en las oficinas de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR). Más de 3,000 migrantes provenientes de Haití, Venezuela, Cuba, El Salvador, Guatemala, Honduras, y otros países, se encuentran allí en busca de una oportunidad para regularizar su situación migratoria. Sin embargo, la capacidad de atención del centro es limitada, con solo 300 personas atendidas al día.
Este fenómeno no es un caso aislado. Es el reflejo de la creciente presión migratoria que enfrenta México, exacerbada por las políticas migratorias de Estados Unidos durante la administración de Donald Trump. Ante la dificultad para cruzar la frontera norteamericana, muchos migrantes buscan en México una alternativa para regularizar su estatus y acceder a oportunidades laborales.
Las imágenes de largas filas y personas durmiendo en las afueras de la COMAR se han viralizado, generando preocupación y preguntas entre la sociedad. Las autoridades, por su parte, enfrentan el desafío de ampliar su capacidad de atención ante una creciente demanda de refugio y protección.
En 2024, COMAR registró un total de 78,975 solicitudes de protección, con las oficinas de Tapachula, Ciudad de México y Tabasco siendo las más solicitadas. Las solicitudes provienen principalmente de Honduras, Cuba y Haití, y la situación en Naucalpan es solo una muestra de la presión a la que se enfrentan estas oficinas.
Con una respuesta cada vez más urgente, se plantea la necesidad de una solución eficiente y humanitaria que permita atender a miles de personas que, día a día, luchan por un futuro mejor en un contexto de incertidumbre y ansiedad.
