Malos vs malos

0
26

El choque armado Rusia-Ucrania -que no data de 2022 sino de, por lo menos, 2014- no es una guerra de malos contra buenos sino de malos contra malos.

Tampoco se trata de la injustificada agresión militar de la dictadura rusa contra la indefensa democracia ucraniana, ni de un acto arbitrario del tirano comunista de Rusia contra el victimizado presidente centrista de Ucrania, sino que responde a un complejo contexto geopolítico/militar que tiene historia.

Al igual que lo ocurrido en las confrontaciones bélicas internas escenificadas el siglo 20 en países latinoamericanos -con particular intensidad, en Centroamérica-, se trata de una guerra proxy -o sea, indirecta- entre grandes potencias.

Buenos y Malos INFORMATIVO JBSEn el siglo pasado, fueron los brutales choques entre las fuerzas armadas de sanguinarias y corruptas dictaduras militares apoyadas o instaladas -o ambas cosas- por Estados Unidos, y guerrillas opositoras en algunos casos respaldadas por la comunista contraparte de entonces -la Union de Repúblicas Socialistas Soviéticas (Urss), indistintamente conocida, también, como “la Unión Soviética”, o “la Urss”, o “el bloque soviético”-.

En el caso del presente, los actores, en el terreno, son los ejércitos ucraniano y ruso, y, sobre el escenario geopolítico, los protagonistas centrales son los regímenes de, respectivamente, Estados Unidos y Rusia -la versión actualizada de la histórica confrontación USA/Urss del siglo 20, es decir, la Guerra Fría (1947-1991)-.

Ucrania -con un considerable componente poblacional judío- fue invadida militarmente, durante la Segunda Guerra Mundial (1936-1945) por la dictadura nazi alemana (1933-1945), y fue parte de la Urss -la alianza política de 15 países constituida en 1922 y desarticulada en 1991, con Rusia como la república dominante-.

Al disolverse, en el ’91, el bloque comunista, el vínculo Ucrania-Rusia se mantuvo, lo que incluyó, en 1994, la decisión, del gobierno ucraniano, de deshacerse de las armas nucleares heredadas de la Urss, tras lo cual naciones occidentales -incluido Estados Unidos- y Rusia se comprometieron a respetar la integridad territorial del país ubicado en el oriente europeo.

El hecho de haber sido parte del bloque comunista, no significó, para Ucrania, la erradicación de la influencia nazi, fenómeno que -fortalecido y actualizado- sigue siendo una preocupante realidad a causa de la presencia de organizaciones políticas y paramilitares enmarcadas en esa nociva ideología.

De acuerdo con versiones periodísticas y análisis políticos, el neonazismo es una indiscutible realidad nacional ucraniana.

En ese sentido, en un artículo de opinión que la cadena estadounidense de radio y televisión National Broadcasting Company (NBC) difundió, el 5 de marzo de 2022 -10 días después de la invasión rusa a Ucrania-, el periodista independiente y escritor Allan Ripp precisó, que, no obstante la propagandística denuncia, por parte del presidente ruso, Vladimir Putin, al respecto, el nazismo ucraniano existe -y es, por lo tanto, un evidente problema-.

“Aunque Putin está aplicando propaganda, también es verdad que Ucrania tiene un genuino problema nazi -lo mismo pasado que presente-”, indicó, en el texto que tituló “El problema nazi de Ucrania es real, aunque la aseveración de Putin de ‘desnazificación’ no lo sea” (“Ukraine’s Nazi problem is real, even if Putin’s ‘denazificaion’ claim isn’t”).

Y advirtió: “no reconocer esta amenaza significa que se está haciendo poco para proteger contra la misma”.

También aseguró que, si bien es “importante (…) defender la bandera amarilla y azul (ucraniana) contra la brutal agresión del Kremlin (Rusia), sería una omisión peligrosa el negar la historia antisemítica de Ucrania y la colaboración con los nazis de Hitler, así como la bienvenida a grupos neonazis en algunos sectores”.

La compleja línea de tiempo conducente a la guerra ahora en desarrollo muestra, entre otros hitos, que, en medio de persistentes situaciones de tensión política interna, y de denunciada injerencia estadounidense en Ucrania, complejos procesos electorales tuvieron lugar, uno de ellos traducido en la llegada, a la presidencia, de Viktor Yanukovych (2010-2014) -señalado como afín a Rusia-.

El período gubernamental de Yanukovych fue marcado, en 2013, por el movimiento de masivas protestas opositoras a nivel nacional denominado Euromaidan, que tomó su nombre de la Maidan Nezalezhnosti (Plaza Independencia) -su punto de origen, en Kiev, la capital nacional-, y dio lugar, en 2014, a la denominada “Revolución de la Dignidad”.

La “revolución” determinó, en 2014, en un contexto de agudización de la crisis política, la fuga, de Yanukovych, de Ucrania -a Rusia-, la instalación de un gobierno interino, además de la invasión y anexión rusa de la sureña península ucraniana de Crimea.

La Euromaidan generó, en las orientales regiones (provincias) de Donetsk y Luhansk -limítrofes entre sí, y ubicadas en la zona de Donbas, fronteriza con Rusia-, enfrentamientos armados -que son vistos como el inicio de la actual guerra Ucrania/Rusia- entre efectivos militares ucranianos y fuerzas separatistas con apoyo ruso.

Esto, condujo, a los secesionistas, a declarar, respectivamente, las prorrusas República Popular de Donetsk, y República Popular de Luhansk.

Precisamente, para reprimir a los respectivos sectores separatistas, el dirigente político ultraderechista y supremacista blanco ucraniano Andriy Biletsky -fundador, en 2016, del partido Cuerpo Nacional (en transliteración del ucraniano: Natsionalnyi Korpus), de extrema derecha-, creó, en 2014, la 12ª. Brigada de Operaciones Especiales “Azov” (12-ta Bryhada Spetsialnoho Pryznachennya “Azov”).

De acuerdo con versiones periodísticas y registros históricos, la estructura tomó su nombre del Mar de Azov -al norte del Mar Negro, y conectado a éste, vía un estrecho canal natural-, e, inicialmente, tuvo base central en Mariupol -la segunda mayor ciudad de Donbas-, en la costa norte del primero.

Autofinanciado, y con Biletsky como su comandante, el batallón -cuyo símbolo es considerablemente similar a la cruz swastika nazi- fue asimilado por la Guardia Nacional -una fuerza militar de seguridad interna dependiente del Ministerio de Asuntos Internos-.

Por otra parte, en el mismo artículo de opinión, Ripp informó que, “en otro siniestro hecho, Ucrania a erigido, en años recientes, un exceso de estatuas honrando a nacionalistas ucranianos cuyos legados están manchados por su incuestionable récord como agentes nazis”.

Citando al diario judío The Forward -fundado en 1897, y con sede en la nororiental ciudad estadounidense de Nueva York-, Ripp indicó que, entre “esos (personajes) deplorables”, figura Stepan Bandera (1909-1959), el ultraderechista dirigente del ala radical de la Organización de Nacionalistas Ucranianos (Orhanizatsiia Ukrainskykh Natsionalistiv, OUN).

Fundada en 1929 y disuelta en 1945, la OUN, agrupación terrorista de extrema derecha, se caracterizó por su estrategia de violencia con el objetivo de instalar, en Ucrania, una etnocracia -régimen de supremacía racial- como parte de un estado totalitario.

Ripp escribió, citando a The Forward, que “Ucrania tiene varias decenas de monumentos y veintenas de nombres de calles glorificando a este colaborador nazi, tantos como para requerir dos páginas de Wikipedia”.

“Otro frecuente homenajeado es Roman Shukhevych, venerado como una luchador ucraniano por la libertad pero también el jefe de una temida unidad policial auxiliar que el Forward señala como ‘responsable por la masacre de miles de judíos y … Polacos’”, agregó.

“También se ha erigido estatuas para Yaroslav Stetsko, un ex presidente de OUN, quien escribió ‘insisto en el exterminio de los judíos en Ucrania”, indicó, asimismo.

En el contexto de tensión política en ascenso, y con la declarada oposición rusa, Ucrania manifestó, al inicio de la década de 2020, su intención de incorporarse a la militar Alianza del Tratado del Atlántico Norte (Otan) -fundada en 1949, ex enemiga de la Urss, en el marco de la Guerra Fría (1947-1991), y, ahora, adversaria de Rusia-.

La Otan está actualmente integrada por 30 naciones europeas, además de Canadá y Estados Unidos.

Los ingresos más recientes han sido, respectivamente, los de Finlandia (2023) y Suecia (2024) -la primera, con límite terrestre de 1,309 kilómetros con Rusia-.

Ucrania formalizó, en 2022, su solicitud de incorporación al bloque militar, lo que generó fuerte oposición por parte del régimen ruso, por razones de seguridad nacional.

En el contexto de la tensión entre ambos países, Rusia inició, temprano en 2021, el fortalecimiento de su presencia militar en la zona de la frontera -de 1,944 kilómetros- con Ucrania.

Luego de haber reconocido, al inicio de 2022, a Donetsk y a Luhansk como países independientes, el régimen de Putin exigió, además, a la Otan, que no aceptase la solicitud de ingreso presentada por Ucrania.

Esto, ya que lo contrario implicaría ampliar la frontera Otan-Rusia.

Con el ingreso de Finlandia, el número de países del bloque militar con límites terrestres rusos, se elevó a seis -los cinco anteriores siendo Estonia, Latvia, Lituania, Noruega, Polonia-.

Y, marcando el inicio de la presente etapa bélica, Putin anunció, el 24 de febrero de 2022, el lanzamiento de lo que describió como una operación militar especial con el objetivo central de “desmilitarizar y desnazificar” a Ucrania.

Inicialmente visto como un breve conflicto armado -tomando en consideración los respectivos y desiguales poderíos militares, con notoria ventaja rusa-, la guerra se ha prolongado más de tres años, fundamentalmente a causa del apoyo occidental -en particular estadounidense y europeo-, lo mismo bélico que financiero, además de político, a Ucrania.

El choque militar -que ha incluido algunos ataques ucranianos a objetivos en territorio de Rusia- presenta, hasta ahora, el saldo de aproximadamente casi 200 mil soldados rusos y cerca de 50 mil ucranianos fallecidos, además de unos 12 mil civiles en territorio de Ucrania, lo que se suma a la masiva destrucción de infraestructura.

En cuanto a la compleja línea de tiempo que presenta esa confrontación, y a los engañosos análisis simplistas del conflicto, el sociólogo, politólogo, y catedrático argentino Atilio Borón, destacó, en un video difundido en 2024, en redes sociales, algunas de las características principales de la contienda.

“La guerra no es entre Ruisa y Ucrania”, comenzó a explicar.

“La guerra es entre Estados Unidos y Rusia, que es cosa muy diferente”, agregó, para reafirmar que “se libra en Ucrania, pero no es una guerra de Ucrania y Rusia”.

Al respecto, precisó que “hay numerosos documentos -del gobierno de Estados Unidos, documentos oficiales-, que, ya, del año 1992 –(…) estamos hablando de treinta años atrás-, están planteando que, disuelta la Unión Soviética, Rusia continúa siendo un problema”.

“Hay un señor que escribió esto, hizo un informe muy detallado, muy completo -que, para su desgracia, se filtró a la prensa-”, indicó.

“El señor se llama Paul Wolfowitz (…) en el año ’92, sacó un informe confidencial
-que se filtró, y lo tomó el New York Times-, en donde él decía: ‘nosotros, debemos de seguir combatiendo a Rusia, no importa que ya no sea comunista, no importa que sea capitalista’”.

Borón hizo, así, referencia al politólogo estadounidense quien ha sido subsecretario de Estado para Asuntos del Oriente Asiático y el Pacífico (1982-1986) y embajador de Estados Unidos en Indonesia (1986-1989) -ambos cargos, en el gobierno del republicano Ronald Reagan (1981-1985, 1985-1989)-, además de subsecretario de Defensa (2001-2005) -en la administración del también republicano George W. Bush (2001-2005, 2005-2009)-.

También ha sido presidente del Banco Mundial (2005-2007), cargo al que renunció, acusado de haber violado el Código de conducta de la Junta de Directores Ejecutivos.

Entre sus actividades actuales, Wolfowitz se desempeña como académico visitante en el Instituto Empresarial Estadounidense (American Enterprise Institute, AEI), un conservador tanque de pensamiento.

Entre otras actividades, el AEI formuló recomendaciones, en materia de políticas, respecto a la invasión militar a Irak, en 2003, encabezada por fuerzas militares de Estados Unidos que condujo a la caída de la sanguinaria y corrupta dictadura (1979-2003) de Saddam Hussein -ejecutado, mediante ahorcamiento, en 2006-.

Borón dijo, sobre la visión de Wolfowitz, que “él decía: ‘Rusia es demasiado grande, demasiado rica, tiene demasiado petróleo, demasiado gas, demasiada agua, demasiada tecnología, tiene un armamento nuclear equivalente al nuestro, y, por lo tanto, cualquiera que sea su régimen político, va a ser un obstáculo para el interés nacional de los Estados Unidos, y para nuestras posiciones en Eurasia, y, fundamentalmente, en Europa Oriental. Así que tenemos que avanzar con sanciones, hostigando a Rusia, etcétera’”.

“Esto, lo decía Wolfowitz -y lo apoyaba todo el establishment político norteamericano-, cundo ya había desaparecido la Unión Soviética, se había disuelto el Pacto de Varsovia (…) y ya no había una razón para mantener esa postura”, precisó.

El pacto (1955-1991) -que tomó su nombre de Varsovia, la capital de Polonia, donde fue firmado-, significó una alianza de defensa dentro del bloque comunista, constituida en un complemento militar al Consejo de Asistencia Económica Mutua (1949-1991) de la Unión Soviética.

Informativo JBS

“Esa fue la postura dominante, en Estados Unidos, durante todo este tiempo, y se reforzó (…) en el 2019, con un informe de la Corporación Rand”, siguió explicando, ahora en referencia a este conservador tanque de pensamiento, financiado por varios gobiernos
-principalmente el estadounidense-.

En su sitio en Internet, la corporación se define como “una organización de investigación, sin fines de lucro, no partidista, que proporciona, a líderes, la información que necesitan para tomar decisiones basadas sobre evidencia”.

En contraposición a esa aséptica autodefinición, el experto argentino precisó que “la Corporación Rand es un gran tanque de pensamiento que depende del Pentágono, financieramente hablando –(…) emplea a más de 1,800 funcionarios-, o sea, es una universidad, dedicada al tema de defensa, de seguridad nacional”.

“Ellos, en el 2019, publicaron otro informe -que, por suerte, también se logró filtrar en parte-, en donde decían de que había llegado la hora de avanzar en la intensificación de las sanciones en contra de Rusia”, reveló.

Esto, “a los efectos de desangrarla en una guerra, desangrarla económicamente, y a los efectos de lograr este proceso que se llama de sobrexpansión de Rusia para que se involucre en una guerra, recomendaban, explícitamente (…) ‘instalar armamento letal en Ucrania’”, narró, a continuación, precisando que “este es un informe de febrero o marzo del 2019”.

“Por eso, cuando se habla de la invasión de Putin, hay que tener todos estos elementos en consideración”, reflexionó, a manera de recomendación.

“En realidad, Putin está reaccionando a lo que era una agresión inminente, recomendada por el más importante tanque de pensamiento del Departamento de Defensa de Estados Unidos”, explicó, de inmediato, para reafirmar que, “por eso (…) la guerra, en realidad, no es la guerra de Ucrania”.

A continuación, aclaró que, “a Ucrania, la meten en la guerra”, lo que ocurrió, “primero, haciendo un golpe de Estado -en el 2014-, golpe de Estado en el cual el gobierno de Estados Unidos tuvo un papel esencial”.

En ese sentido, destacó la existencia de “fotos de la (ex) subsecretaria de Estado para Asuntos Euroasiáticos, la señora Virginia Nuland, repartiendo, galletitas y botellitas de agua, a bandas de nazis -porque los tipos estaban, todos, con los emblemas nazis: la cruz gamada, la cruz de hierro, etcétera-, en la Plaza Maidan, promoviendo que atacaran al gobierno de Yanukovich, que había sido reconocido por la Unión Europea”.

“Pero, cuál era el problema de Yanukovich?”, preguntó, para responder que “él y su fuerza política (el centroizquierdista Partido de Regiones) se oponían a que entrara, la Otan, en Ucrania”.

Ello, “porque, dice: ‘si viene la Otan, vamos a tener guerra, porque los Rusos no lo van a admitir’, y el tipo decía -y esto, lo reprodujo, después, Putin, varias veces-: ‘un misil, instalado en Ucrania, llega, a Moscú, en cinco minutos’”.

“‘Entonces, Estados Unidos, jamás admitiría, que le pusiéramos, en Tijuana -esto, lo dijo Putin-, en Tijuana, una batería de misiles que pudieran llegar, a Los Ángeles, o a San Francisco, en cinco minutos’”, por lo tanto, “por qué lo debe de admitir Rusia?”, planteó Borón, para reafirmar: “por qué lo debe admitir Rusia?”.

En ese sentido, el politólogo relató que, durante una conferencia sobre seguridad europea, llevada a cabo en 2007, “Putin (…) dijo: ‘qué es lo que no se entiende? Por qué Rusia tiene que aceptar (…) que le instalen misiles nucleares, a pocos kilómetros de su frontera, y Estados Unidos no? Por qué Rusia no tiene ese mismo derecho?’”, planteamiento ante el cual “no hubo respuesta”.

Borón agregó que, en ese encuentro regional, Putin, además, “propuso una negociación con la Otan”, pero “no le hicieron caso”, de modo que, “el tipo, al cabo de unos años, se hartó, y dijo: ‘bueno, vamos con todo’”.

Pero, según la historia oficial occidental, la democrática Ucrania es injustificadamente agredida por la tiránica Rusia, y el demócrata Zelensky es víctima del dictador Putin.

Ante ello, Estados Unidos -al igual que la Unión Europea (UE)- ha proporcionado constante y generoso apoyo financiero/militar/político al régimen ucraniano, y condenado/sancionado a la dictadura rusa.

En lo que tiene que ver con el factor estadounidense en la ecuación bélica, el cuadro de situación cambió, drásticamente, al producirse el disruptivo regreso de Trump como inquilino del Casa Blanca.

Durante su exitosa campaña electoral más reciente, el entonces candidato -por tercera vez consecutiva (2016, 2020, 2024)- alardeó -una de sus tóxicas características esenciales- que, si hubiese estado, en 2022, en la presidencia estadounidense, la guerra entre Rusia y Ucrania no habría ocurrido, y que su regreso al poder significaría el inmediato fin del conflicto.

Reinstalado en la codiciada Oficina Oval, Trump dijo, entre otros planteamientos categóricos, que Zelensky es “un dictador sin elecciones” (“a dictator without elections”), tergiversando el hecho de que, a causa de la guerra, Ucrania está bajo ley marcial, contexto de máxima inseguridad ciudadana que determinó la obvia suspensión de la votación presidencial que estaba calendarizada para abril de 2024.

Respecto a esa manipuladora afirmación, en declaraciones reproducidas, al inicio de febrero, por medios de comunicación, Fathali Moghadda, investigador académico iraní
-profesor de psicología de conflicto, en la estadounidense Universidad de Georgetown (Georgetown University), y en la canadiense Universidad McGill, y experto de Naciones Unidas en terrorismo-, deslegitimó la acusación trumpiana.

“Llamar dictador, a Zelensky, es como llamar dictador, a (el ex primer ministro británico, 1940-1945, 1951-1955) Winston Churchill, porque el Reino Unido postergó las elecciones hasta después del fin de la Segunda Guerra Mundial”, expresó Moghadda, ridiculizando, demoledoramente, la aseveración del ignorante autócrata estadounidense.

No obstante su pernicioso autoritarismo, sus desplantes dictatoriales, su nociva arbitrariedad -todo apoyado en su monumental ignorancia general y su ofensiva patanería-, Trump ha asumido una conducta visiblemente servil respecto a Putin -lo que ha sido fuente de numerosos/creativos memes debidamente viralizados-.

Esa conducta quedó incuestionablemente exhibida durante la caótica conferencia de prensa que Trump y Zelensky, acompañados de sus respectivos equipos, desarrollaron, el 28 de febrero, en la Oficina Oval de la Casa Blanca.

A la llegada del visitante, a la histórica sede gubernamental estadounidense, ambos dirigentes se saludaron, sonriendo.

De acuerdo con versiones periodísticas, el anfitrión formuló, en ese momento, algún comentario -en tono de sarcástica broma-, respecto al hecho de que, en lugar del formal atuendo reglamentario -traje y corbata-, el europeo llegó vistiendo ropa de tarea militar
-indumentaria que usa, permanentemente, desde el inicio de la guerra-.

Pero las sonrisas fueron reemplazada por agresiva y estridente seriedad cuando, en la sesión de preguntas, a raíz de -entre otros planteamientos- los reclamos de Trump respecto a la ayuda estadunidense a Ucrania, el visitante -inicialmente, sorprendido- refutó, contundentemente, las afirmaciones.

Fue la emboscada mediática que Trump le tendió, y en la cual, Zelensky, inadvertidamente, cayó.

El tono de las declaraciones escaló, rápidamente, al nivel de gritos, con ambos gobernantes expresándose en alta agresividad -y, por momentos, al mismo tiempo-.

La pelea presidencial -con características de pleito callejero- se agudizó cuando el lugarteniente de Trump, el impresentable vicepresidente JD Vance, intervino para, servilmente, apoyar a su jefe, y exigir, de parte de Zelensky, una expresión de agradecimiento por el apoyo estadounidense a Ucrania.

“Ha dicho, usted, ‘gracias’, en todo este tiempo?”, preguntó el segundo de a bordo, a lo que Zelensky respondió que “muchas veces, inclusive, hoy”, planteamiento frente al cual Vance precisó: “no, (quiero decir) en esta reunión”.

El vice de Trump, también atribuyó, al ucraniano, una conducta incorrecta.

“Señor presidente, señor presidente: con respeto, creo que es irrespetuoso de su parte entrar a la Oficina Oval y tratar de litigar esto delante de los medios estadounidenses”, aseveró, tratando de que la celada no fuese obvia -aunque, inevitablemente, lo fue-.

En esa línea de argumentación, Trump dijo, a su incómodo huésped: “lo que usted está haciendo es muy irrespetuoso para el país, este país” que “lo ha respaldado mucho más que una cantidad de otra gente dijo que haría”.

“Usted, ahora, no está en una muy buena posición, se ha puesto en una posición muy mala”, agregó, además de reafirmar que “usted no está en una buena posición”, y aseverar que “no tiene las cartas”.

Aunque la respuesta de Zelensky fue que “no estoy jugando a las cartas”, Trump insistió en su patanería, diciéndole que, “ahora, está, usted está jugando a las cartas, usted está apostando la vidas de millones de personas, usted está apostando a la Tercera Guerra Mundial”.

Por otra parte, el agresivo anfitrión procuró, en algún momento, negar su flagrante alineamiento con Putin, al responder a una pregunta sobre ese tema.

“Yo no estoy alineado con Putin, yo no estoy alineado con nadie, estoy alineado con los Estados Unidos de América y por el bien del mundo”, aseguró, para agregar que “estoy alineado con el mundo, y quiero que esta cosa termine”.

Pero, continuación, dijo, a los periodistas -señalando a Zelensky, sentado a su derecha-: “ustedes ven el odio que siente por Putin”, y planteó, a continuación, que “es muy difícil, para mí, hacer un acuerdo, con ese tipo de odio”, además de replantear que “él siente tremendo odio -y yo entiendo eso-, pero puedo decirles que la otra parte tampoco está enamorada de él”.

“Entonces, no es una cuestión de alineamiento”, aseveró, para repetir que “estoy alineado con el mundo (…) estoy alineado con Europa, quiero ver si podemos hacer esta cosa”, siguió divagando, repetitivamente.

Y, en ejercicio de su habitual matonería, preguntó: “Ustedes quieren que yo me ponga rudo?”, a lo que respondió, amenazante, que “puedo ser más rudo que cualquier ser humano que ustedes hayan visto -sería muy rudo-, pero, de esa manera, nunca se conseguirá un acuerdo”.

“Entonces, así es la cosa”, afirmó.

El inocultable alineamiento de Trump respecto a Putin, en el caso de Ucrania, resulta, en lo visible, contradictorio, pero deja de serlo cuando se analiza el corrupto vínculo no visible entre los dos mafiosos, con ideología compartida: el poder, por el poder -y por la corrupción-.

Al respecto, la oenegé estadounidense Avaaz -cuya plataforma electrónica da a conocer denuncias e información sobre situaciones críticas mundiales-, difundió, en 2018 -el segundo año de la primera presidencia trumpiana-, en su sitio en Internet, detalles poco conocidos de esa turbia relación.

En la nota informativa titulada “La sorprendente verdad sobre Trump” (“The Shocking Truth About Trump”), Avaaz indicó que “ahora es sorprendentemente claro que Donald Trump es el perrito faldero de Putin”.

“Pero necesitamos que el mundo entienda por qué, antes de que sea demasiado tarde”, agregó la agrupación de cobertura mundial -que se define como un “movimiento cívico global que acerca las reocupaciones de la ciudadanía a los centros de decisión a nivel mundial”, y cuyo nombre, en idiomas asiáticos, europeos, y de Oriente Medio, significa “voz”-.

“Los negocios de Trump quebraron tantas veces, en la década de 1990, que muchos bancos legítimos dejaron de otorgarle préstamos”, de acuerdo con la denuncia.

En tal contexto, “acudió a oligarcas rusos -la camarilla gobernante de Putin- para financiar sus proyectos, y lavarles su dinero sucio”, según la misma fuente.

“Esta fue, y continúa siendo, una parte enorme de sus negocios”, agregó Avaaz, para precisar, a continuación, que “él es un lavador de dinero ruso”.

La oenegé aclaró que “esto no es especulación ni hipérbole”, ya que “hay montañas de evidencia”.

“Paul Manafort, ex jefe de campaña electoral de Trump, tiene profundos vínculos con oligarcas rusos”, agregó, como dato adicional.

Avaaz hizo, así, referencia al abogado estadounidense quien dirigió, de junio a agosto de 2016, la primera de tres campañas electorales de Trump.

Condenado, en 2019, a un total de 90 meses en prisión, por actos de corrupción, Manafort fue indultado, en 2020, por Trump -en una de las denunciadas turbias acciones de su primer período presidencial-.

La oenegé detalló, numerándolos, “otros 5 hechos principales que todos tendrían que conocer sobre la extensa colusión de Trump con criminales organizados”.

En primer lugar, reveló que “el principal apoyo financiero para la Torre Trump Toronto (Toronto Trump Tower) fue un billonario ruso-canadiense quien consiguió el dinero vendiendo una gran siderúrgica en Ucrania, por casi 500 mil millones de dólares”.

Y preguntó: “el presidente del banco que financió el acuerdo?”, para responder: “Vladimir Putin”.

Como segundo hecho, informó que “Trump compró su residencia en Palm Beach, por 41 millones de dólares”, y, “unos pocos años después, sin un verdadero aumento del valor, la vendió en casi 95 millones de dólares”.

Nuevamente, preguntó: “por qué?”, y respondió que “un importante oligarca ruso la compró”.

“Todavía no sabemos si, efectivamente, ‘le dio’, a Trump, los 54 millones de dólares, pero es una clásica práctica de lavado de dinero”, aclaró.

En tercer lugar, indicó que “los acuerdos inmobiliarios de Trump tuvieron, frecuentemente, inyecciones de dinero rusas, típicamente pasadas a través de turbias compañías fantasma”.

Al respecto, precisó que “por los menos 13 personas con vínculos con oligarcas o mafiosos rusos vivieron en propiedades de Trump, incluido uno de los principales mafiosos de Rusia”, a quien no identificó.

La información citó, además, a uno de los hijos del actual presidente estadounidense
-Donald Trump Jr.-, como habiendo revelado, en 2008, que “los rusos constituyen una sección transversal bastante desproporcionada de una cantidad de nuestros bienes”.

El cuarto hecho se refirió a que “un intermediario financiero y ‘alto asesor’ fue un convicto ruso llamado Felix Sater, ampliamente conocida figura de la mafia”.

“Sater ayudó a crear compañías fantasma, y arregló financiamiento para proyectos de Trump, incluidos los planes para la Torre Trump Moscú (Moscow Trump Tower)”, de acuerdo con la misma versión.

Sater “es, también, parte del círculo íntimo de Putin”, señaló, a continuación.

“El otro principal negocio de Trump es casinos, que son clásicos vehículos para lavado de dinero”, puntualizó, como el quinto hecho.

Avaaz también reveló que “Trump ha estado trabajando, con el corrupto círculo íntimo de Putin, por casi 20 años”, y agregó que “ese es el círculo corrupto que promete hacerlo rico por los próximos 20”.

Por otra parte, la oenegé definió, a Trump, como “un corrupto lavador de dinero ruso, bajo el control de un dictador del KGB”, la sigla del Comité para la Seguridad del Estado (en ruso: Komitet Gosudarstvennoy Bezopasnosti), del cual Putin fue agente durante casi dos décadas.

Y precisó, manera de recomendación: “si Trump, el ‘lavador de dinero del crime organizado’, les suena exagerado, consideren que es sólo la punta del iceberg de la corrupción que se conoce de Trump”.

Probablemente para tratar de neutralizar el daño causado a su imagen, al ser exhibido como alguien coludido con Putin, el autócrata estadounidense anunció, el 7 de febrero
-exactamente, una semana después de la emboscada a Zelensky-, en su red social -Truth Social (Verdad Social)-, la perspectiva de sancionar a Rusia.

“Basado en el hecho de que Rusia está absolutamente ‘vapuleando’ a Ucrania en el campo de batalla en este momento, estoy fuertemente considerando Sanciones Bancarias, Sanciones, y Tarifas en gran escala para Rusia hasta que SE LOGRE UN ACUERDO DE ARREGLO FINAL DE PAZ”, escribió.

Y, a continuación, ordenó, en la forma de imperativo mensaje: “a Rusia y Ucrania: siéntense a la mesa ahora mismo, antes de que sea demasiado tarde. Gracias!!!”.

Sin embargo, en declaraciones a periodistas, el mismo día, en la Oficina Oval, reiteró un concepto rechazado, una semana antes, por Zelensky, además de que deslizó un comentario que reafirma su empatía con Putin.

“Estoy hallando más difícil, francamente, tratar con Ucrania, y ellos no tienen las cartas”, dijo.

“Hallo que, en términos de conseguir un arreglo final, puede ser más fácil tratar con Rusia
-lo que es sorprendente-, porque ellos tienen todas las cartas”, agregó, insistiendo en la simplista expresión.

Y fue específico en cuanto a justificar la actual intensificación de la ofensiva militar aérea de Rusia contra Ucrania -lo que describió como “tremendo castigo”-.

Putin “está haciendo lo que cualquier otra persona haría”, argumentó, además de decir, cual vocero del autócrata ruso, que “creo que él quiere que esto pare y se arregle, y creo que está golpeando más fuerte que como ha estado golpeándolos”.

“Creo que probablemente cualquiera, en esa posición, estaría haciendo eso, ahora”, agregó, a manera de justificación disfrazada de reflexión.

Y afirmó, respecto a Putin y a la guerra: “él quiere terminarla, y creo que Ucrania quiere terminarla”.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí