Al aceptar la candidatura presidencial por el opositor y derechista Partido Republicano, Donald Trump puso en escena, durante una hora y media, un show político durante el cual esencialmente repitió su discurso autocrático, superficial, mentiroso, xenofóbico, misógino.
En síntesis: no dijo nada nuevo, aunque agudizó el peligro.
Dijo que quiere la reelección para gobernar a todo el país, no solamente a la mitad, -pero implementando lo que amenazó como la mayor operación de deportación en la historia nacional, para expulsar a todos los inmigrantes en situación irregular –de quienes, soezmente, se burló al etiquetarlos como psicópatas-.
En una tan escueta cuanto fuerte e insultante reafirmación de su natural transfobia, aseguró que, bajo su régimen, ningún hombre volverá a participar en deportes de mujeres.
Criticó a Maduro, contexto en el cual dijo -en modo de pesado sarcasmo- que, a causa de la masiva expulsión de millones de migrantes venezolanos, Caracas es una capital segura
-más que las ciudades estadounidenses-.
Y cuestionó la eficacia de la brutal represión antipandillera que Bukele está implementando en El Salvador -no porque, con ello, viola los derechos humanos sino porque, según la distorsionada visión trumpiana, el autócrata centroamericano está enviando, a los miles de pandilleros salvadoreños detenidos, a Estados Unidos-.
Sumado a ello, en flagrante manipulación de fe, aseguró que Dios lo salvó del balazo disparado, cinco días antes, durante una actividad proselitista, en las instalaciones del Butler Farm Show (Show Agropecuario de Butler), que toman el nombre de la ciudad donde están ubicadas, en el nororiental estado de Pennsylvania.
Además, aseguró que, si efectivamente regresa a la Casa Blanca, proyecta alterar la estructura del Estado nacional -lo que se agregó a la vendetta que, reiteradamente/explícitamente ha anunciado contra todos aquellos de quienes, en su paranoia persecutoria, considera que lo han traicionado-.
De modo que el discurso de aceptación de la candidatura, alocución que marcó el cierre de la Convención Nacional Republicana 2024 (2024 National Republican Convention, NRC), llevada a cabo del 15 al 18 de julio, en la ciudad de Milwaukee -la mayor del norteño estado de Wisconsin-, no aportó nada nuevo a la tóxica retórica de Trump, pero le inyectó adicional peligrosidad.
Ello, además de incurrir en incoherencia y contradicciones ocasionales -algo por lo cual Biden fue presionado a renunciar a su opción reeleccionista-.
De inicio, se mostró inusualmente -en realidad, hipócritamente- conciliador, pero, con el desarrollo de la alocución, fue dando espacio a su verdadera personalidad autocrática/intolerante/manipuladora.
“Amigos, delegados, y conciudadanos: estoy frente a ustedes, esta noche, con un mensaje de confianza, fortaleza, y esperanza”, dijo.
“Dentro de cuatro meses, tendremos una increíble victoria, e iniciaremos los cuatro más grandes años en la historia de nuestro país”, agregó.
“Juntos, iniciaremos una nueva era de seguridad, prosperidad, y libertad para los ciudadanos de todas las razas, religiones, colores, y credos”, aseguró.
“La discordia y la división, en nuestra sociedad, debe curarse, debemos curarla rápidamente”, porque, “como estadounidenses, estamos unidos por una sola suerte y un destino compartido: ascendemos juntos, o nos derrumbamos”, advirtió.
“Estoy postulándome para ser el presidente de todo Estados Unidos, no la mitad de Estados Unidos, porque no hay victoria en ganar para la mitad de Estados Unidos”, planteó, a continuación.
De inmediato, dijo lo que sus incondicionales/irracionales/acríticos seguidores esperaban ansiosamente, escuchar: “por lo tanto, esta noche, con fe y devoción, orgullosamente acepto la nominación (candidatura) para presidente de Estados Unidos”.
“Y lo haremos bien, vamos a hacerlo bien”, expresó.
Como era de esperar, dio su personal versión del incidente sucedido en Butler, incurriendo en falsas afirmaciones -mentiras-, y en contradicciones con lo verdaderamente sucedido -que fue irrefutablemente registrado en diferentes videos y fotografías viralizados en Internet-.
“La bala del asesino pasó a un cuarto de una pulgada (2.5 centímetros) de llevarse mi vida”, planteó, para agregar que “tanta gente me ha preguntado qué fue lo que pasó (…) voy a decirles, exactamente, lo que pasó, y ustedes no van a oírme decirles por una segunda vez, porque es, en realidad, muy doloroso de decir”.
“Cuando oí un fuerte subido, y sentí que algo me golpeó -realmente, realmente fuerte-, en mi oreja derecha, me dije: “wow! Qué fue eso? Sólo puede ser una bala”, comenzó a relatar, luciendo el vendaje blanco que, desde el día del incidente, le cubre casi toda esa oreja.
“Y moví mi mano derecha hacia mi oreja, la bajé, mi mano estaba cubierta con sangre, absolutamente, sangre por todos lados”, agregó, para, a continuación, indicar que, “inmediatamente, supe que era algo serio, que estábamos bajo ataque, y, en un movimiento, procedí a echarme al suelo”.
“Había sangre derramándose por todos lados, y, sin embargo, de una cierta manera, me sentí seguro, porque tenía a Dios de mi lado”, aseguró, y reafirmó: “yo sentí eso”.
“Esa masiva multitud de decenas de miles de personas se quedó, y no se movió ni una pulgada”, afirmó, exagerando, flagrantemente, el número de asistentes a la actividad.
“De hecho, muchos de ellos, automáticamente, se pusieron de pie, mirado para ver dónde estaría el francotirador”, siguió diciendo, además de asegurar, contradictoriamente que, “inmediatamente, supieron que era un francotirador, y empezaron a señalarlo”.
“Ustedes pueden ver, si miran al grupo detrás de mí”, agregó, en referencia a los videos del incidente, viralizados en medios de comunicación estadounidenses e internacionales, y en redes sociales.
“Nadie corrió, al no haber una estampida muchas vidas fueron salvadas”, continuó en su narración personal.
“Pero esa no es la razón por la cual (los participantes en la actividad) no se movieron”, planteó.
“La razón es que yo estaba en un serio problema, lo vieron, me vieron caer, vieron la sangre”, expresó, dando lugar a su ridículo egocentrismo.
“Sabían que recibí un balazo en la cabeza, vieron la sangre”, dijo, además.
“Y hay una estadística interesante: las orejas son la parte más ensangrentada, si algo pasa con la orejas, sangran más que cualquier otra parte de cuerpo, cualquiera sea la razón, los médicos me dijeron eso”, aseguró.
“Y yo dije: ‘por qué hay tanta sangre?’ Él dijo: ‘son las orejas, sangran más’”, reafirmó.
Tras la exposición sobre su visión del incidente, Trump aseguró que “estoy aquí, ante ustedes, en esta arena, sólo por la gracia de Dios todopoderoso”.
La manipuladora narración de Trump -que incluye 15 menciones a sangre- choca, frontalmente, con la realidad relejada en la variedad de fotografías by videos que registran lo ocurrido en Butler.
Todas la imágenes muestran a Trump con la parte superior de su oreja derecha aparentemente ensangrentada -no en grado de hemorragia-, y dos finos trazos rojos -desde esa oreja, respectivamente hasta el extremo derecho de sus labios superior e inferior-.
Sin embargo, su camisa blanca -incluidos el sector derecho del cuello y el puño derecho-, el saco de su traje azul, su mano derecha, la ropa de ninguno de los agentes del Servicio Secreto en contacto físico directo con el candidato, aparecen milagrosamente sin rastro alguno de sangre -algo altamente improbable, más aun considerando que “la orejas, sangran más que cualquier otra parte de cuerpo, cualquiera sea la razón”-.
De inmediato, algunos trumpianos, adjudicaron el hecho a una conspiración dirigida por Biden -falsedad que cae por su propio peso-, y a un plan de la brutal teocracia que gobierna, desde 1979, a Irán -lo que fue, obviamente, desmentido por la dictadura-.
Cualquiera sea la historia oficial -que, lo mismo que el papel, aguanta lo que le pongan- los innegables elementos visuales dan la fuerte e inevitable impresión de que estamos ante un nuevo caso de bandera falsa -una acción, lo mismo militar que política o diplomática, por lo general violenta, y, en todos los casos, ilegal, llevada a cabo para adjudicarla a un adversario-.
Según diferentes registros históricos, la expresión data del siglo 16, y originalmente se usó para describir el uso, en alta mar, por parte de piratas, de banderas de países, en sus barcos, para engañar a los tripulantes de las embarcaciones a ser atacadas.
Las operaciones de bandera falsa llevadas a cabo, a lo largo de la historia, por países involucrados en tensión política internacional o en conflictos bélicos, son numerosas.
Entre las más destacadas figura la explosión, el 15 de febrero de 1898, en el barco USS Maine de la Marina de Estados Unidos, y el resultante hundimiento, en la Bahía de la Habana, incidente que aparentó autoría española, y que mató a la mayoría de los 355 marineros y oficiales, generando la excusa para que aquel país declarase la guerra a España.
Igualmente, la conspiración terrorista denominada Operación Northwoods (Operation Northwoods), estructurada, en 1962, por la cúpula militar de Estados Unidos, para llevar a cabo atentados, en territorio estadounidense -incluyendo la pérdida de vidas de ciudadanos de ese país-, de modo que parecieran ejecutados por agentes del régimen de Cuba.
Ello, para justificar una agresión militar que depusiera al gobierno revolucionario instalado en 1959, en esa isleña nación caribeña, que era entonces encabezado por Fidel Castro.
La operación -estructurada durante la administración del presidente estadounidense (1961-1963) John Kennedy- no fue llevada a cabo, ya que el mandatario se negó a aprobarla.
En otra bandera falsa, Kennedy fue asesinado al año siguiente, en una acción atribuida, según la historia oficial, al estadounidense Lee Harvey Oswald, un simpatizante de la revolución cubana quien fue fatalmente baleado, bajo custodia policial, días después del magnicidio.
Por otra parte, de acuerdo con diversos análisis que cuestionan la versión oficial de los atentados del 11 de setiembre de 2001, esas acciones fueron, también, una bandera falsa.
Definidos, por el entonces presidente estadounidense (2001-2005, 2005-2004), el intelectualmente limitado George W. Bush, como un acto de guerra, por parte de la organización islámica armada Al Qaeda, contra Estados Unidos, se desató entonces, en el país norteamericano, la persistente histeria antiterrorista que está avalando incursiones militares estadounidenses en diferentes países -además de estar fortaleciendo las finanzas de la industria armamentista-.
Más recientemente, en el caso de la guerra Israel-Hamas estallada el 7 de octubre, Global Research -medio de comunicación con sede en Canadá, que se dedica a la investigación periodística- reprodujo un video que Efrat Fenigson, una ex agente de inteligencia de las IDF, difundió, ese día, analizando las debilidades de la viralizada versión oficial israelí.
La explicación de la experta deja en evidencia la imposibilidad de que la inteligencia militar israelí no hubiese tenido conocimiento de que Hamas proyectaba el ataque.
Global Research también a difundido información respecto a lo que constituiría una alianza encubierta entre los dos declarados enemigos -el sionismo militarista gobernante en Israel, y la organización terrorista palestina-.
Esa bandera falsa derivó en la brutal guerra genocida que el régimen israelí mantiene, desde entonces, en la palestina Franja de Gaza, donde las fuerzas militares invasoras han asesinado a más de 40 mil civiles -la mayoría niños y mujeres-.
Habiéndose referido a cómo, mientras agentes del Servicio Secreto lo retiraban del lugar, levantó su puño derecho -sin siquiera un trazo de sangre-, y llamó al público presente a que “peleen!”, Trump aseguró, en la NRC, que, “a pesar de ese atroz ataque, nos unimos, esta noche, más decididos que nunca”.
“Estoy más decidido que nunca, y ustedes también lo están, y también lo están todos en este lugar”, subrayó, generando, del público, la consigna: “Amamos a Trump!” (“We love Trump!”).
“Nuestra determinación es inquebrantable, y nuestro propósito está incambiado: ofrecer un gobierno que sirva, mejor que nunca antes, al pueblo estadounidense”, agregó, además de prometer que “nada me detendrá en esta misión, porque nuestra visión es justa, y nuestra causa es pura”.
“No importa qué obstáculo viene hacia nosotros: no nos quebraremos, no nos doblegaremos, no retrocederemos, y yo nunca dejaré de pelear por ustedes, su familia, y nuestro magnífico país, nunca”, prometió.
“Y todo lo que tengo para dar con la energía y la pelea en mi corazón, lo prometo, esta noche, a nuestra nación (…) prometo eso, a nuestra nación”, aseguró.
“Vamos a voltear a nuestra nación, y vamos a hacerlo muy rápidamente”, planteó, de inmediato, en calidad de promesa/amenaza.
“En un tiempo en que nuestra política, demasiado frecuentemente, nos divide, ahora es el momento para recordar que somos, todos, conciudadanos, somos ‘una nación bajo Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos’”, agregó, citando textualmente -en la última parte-, el Juramento de Lealtad -a la bandera de Estados Unidos y a la República-.
Y, en alusión a los cargos que, referidos a corrupción y abuso de autoridad, le fueron tipificados en cuatro juicios penales, dijo que “no debemos criminalizar ni demonizar el desacuerdo político, que es lo que ha estado ocurriendo en nuestro país, recientemente, a un nivel que nadie ha visto antes”.
Trump ha, recurrentemente, calificado las acusaciones como una “cacería de brujas”, y ha difamado a algunos jueces -y familiares- así como a fiscales participantes en la judicialización de esos casos.
“Esta noche -me hayan apoyado, en el pasado, o no-, espero que me apoyen en el futuro, porque, voy a traer, de regreso, el sueño americano”, dijo, en calidad de exhortación proselitista.
“Eso es lo que vamos a hacer”, reafirmó, para agregar que “ya ni siquiera se oye hablar del sueño americano”, expresó.
Pero Trump hizo referencia a las aspiraciones de los ciudadanos estadounidenses, no a la esperanza de calidad de vida mejor que mueve, anualmente, a cientos de miles de migrantes a desplazarse, en riesgosa travesía irregular, hacia Estados Unidos.
En su xenofóbica y racista opinión autocrática, el aspirante a la reelección aseveró, en grosera manipulación de la realidad: “pero ninguna esperanza o sueño que tengamos para Estados Unidos puede tener éxito, a menos que detengamos la invasión de inmigrantes ilegales, la peor que se haya visto en cualquier lugar del mundo”.
“Nunca ha habido una invasión, en ningún lugar”, dijo, a continuación.
“La invasión, en nuestra frontera sur, vamos a pararla, y vamos a pararla rápidamente”, prometió, al formular una nueva amenaza de represión antiextranjera.
“Hace menos de cuatro años, entregué, a esta administración, la frontera más fuerte en la historia estadounidense”, agregó, sin tomar en cuenta que -en contradicción con lo que recurrentemente sostiene- el creciente fenómeno de migración irregular masiva hacia Estados Unidos no se detuvo durante su nefasta administración (2017-2021).
Trump hizo, así, referencia al sureño límite terrestre de aproximadamente 3155 kilómetros, que separa a Estados Unidos y a México.
“Vean qué sucedió después de eso: comenzó la invasión”, pero “nosotros tuvimos lo contrario, nosotros detuvimos la invasión” .
“Pero la invasión que detuvimos no fue nada, en comparación con lo que pasó después que me fui”, siguió aseverando, para agregar, respecto a los migrantes: “vean qué pasó después de que me fui: se tomaron el país”.
“Bajo la administración Trump, si alguien entraba ilegalmente, era aprehendido, inmediatamente, y era deportado, iba de regreso”, dijo.
Contradiciendo críticas formuladas por sectores de oposición a Biden, en el sentido de que el gobierno actual está implementando políticas migratoria trumpianas, agregó que “la presente administración terminó cada una de esas grandes políticas Trump que yo puse en vigencia para sellar la frontera”, y explicó que “yo quería una frontera sellada (…) entren, pero entren legalmente”.
“Saben ustedes lo injusto que es? Tanta gente, cientos de miles de personas han trabajado, por años, para venir a nuestro país, y, ahora, ven a esa gente entrar masivamente a nuestro país, en niveles que son sin precedente”, expresó.
“Tan injusto”, dijo, y, en modo de nueva amenaza, anunció que “no vamos a aceptarlo”.
“Tenemos una crisis de inmigración ilegal, y está ocurriendo exactamente ahora (…) es una invasión masiva, en nuestra frontera sur, que ha propagado el sufrimiento, el delito, la pobreza, la enfermedad, y la destrucción en nuestras comunidades en nuestra tierra”, dijo, en su habitual satanización de los migrantes en situación de vulnerabilidad socioeconómica.
“Nunca, nadie ha viso algo como eso”, continuó difamando, respecto a esa población de la cual -siendo presidente- ha aseverado que llega desde “países de mierda” (“shithole countries”).
Pintando un panorama xenofóbicamente inexacto, aseguró que, “hoy, nuestras ciudades están inundadas con extranjeros ilegales, los estadounidenses están siendo expulsados de la fuerza laboral, y sus empleos son tomados”.
“A propósito: saben ustedes quién está tomando los empleos, los empleos que son creados?”, preguntó, a continuación, para responder: “107 por ciento de esos trabajos están siendo tomados por extranjeros ilegales”.
“Y también están tomándolos de los sindicatos, los sindicatos están sufriendo por eso”, aseguró.
“Y, saben ustedes quién está siendo más afectado por los millones de personas entrando desbordadamente a nuestro país?”, volvió a preguntar, para responder, manipuladoramente: “la población negra y la población hispana”.
Para fortalecer aún más su narrativa incitadora de odio antiextranjera, prometió: “voy a terminar la crisis de inmigración, cerrando nuestra frontera, y terminando el muro, la mayor parte del cual ya construí”.
A ello, agregó una fuerte dosis de autoritarismo, al relatar -un tanto incoherentemente-, en alusión al período durante el cual fue presidente: “respecto al muro, estábamos tratando con un Congreso muy difícil, y yo dije: ‘está bien, no iremos al Congreso’. La llamo una ‘invasión’. Le dimos, a los militares, casi 800 mil millones de dólares”.
“Yo dije: ‘voy a tomar un poquito de ese dinero, porque es una ‘invasión’, y construimos -la mayor parte ya estaba construida-, y la construimos a través de usar los fondos, porque, qué es más, qué es mejor que eso?”, siguió narrando.
Como justificación de esa narrativa, afirmó, inventando números, que “tenemos que parar la invasión a nuestro país, que está matando a cientos de miles de personas por año”, y subrayó que “no vamos a dejar que eso ocurra”.
“El mundo entero está desbordándose en nuestro país, por esta muy irresponsable administración”, siguió exagerando.
“La mayor invasión en la historia, está teniendo lugar aquí, en nuestro país”, agregó, en la misma tónica, afirmando que “vienen de cada rincón de la tierra, no sólo de Sudamérica sino de África, Asia, Oriente Medio, vienen de todos lados, vienen a niveles que nunca hemos visto antes”.
En su monumental/xenofóbica ignorancia, Sudamérica es, en planeta Trump, toda América Latina.
“Es una invasión, en efecto, y esta administración no hace absolutamente nada para frenarlos”, siguió repitiendo.
En procaz insulto a la abrumadora mayoría de esas personas expulsadas por la injusticia económica históricamente imperante en sus respectivos países de origen, se permitió aseverar que todos los inmigrantes “vienen de prisiones, vienen de cárceles, vienen de instituciones psiquiátricas y de asilos de locos”.
En ese sentido, efectuó un paréntesis -cruelmente humorístico-, para, implícitamente, comparar, a los migrantes, con Hannibal Lecter, el sociopático psiquiatra, -protagonista central de la novela “The Silence of the Lambas” (“El Silencio de las Ovejas”), llevada al cine, con el mismo título-, un manipulador asesino en serie quien, entre otras características, incurre en canibalismo.
“La prensa siempre me critica porquei digo esto”, planteó, para preguntar, en tono hipócritamente casual y divertido: “alguien ha visto ‘El Silencio de las Ovejas’?”.
“El fallecido, gran Hannibal Lecter. Le encantaría invitarlos a cenar. Eso es asilos de locos”, dijo, sin tomar en cuenta que el personaje literario/cinematográfico no murió.
Según Trump, los gobiernos de esos países “están vaciando sus asilos de locos”, además de que, en esa masiva población desplazada, se cuenta a “terroristas, en números que nunca hemos visto antes”, lo que significa “que van a pasar cosas malas”.
“Entretanto, nuestra tasa de criminalidad está subiendo, mientras las estadísticas de criminalidad en todo el mundo están bajando”, aseveró, en otra de las mentiras que colmaron su discurso en la RNC -más de veinte contabilizadas por medios de comunicación estadounidenses-.
“Cierto país, y ocurre que el presidente de ese país me gusta mucho, pero está recibiendo muy buena publicidad porque es un maravilloso pastor del país”, empezó a plantear, a manera de ejemplo, refiriéndose, al parecer, al autócrata salvadoreño Nayib Bukele.
“Él dice lo bien que le va al país, porque el índice de criminalidad es bajo, y él dijo que está capacitando a toda esa gente ruda -son rudos, rudos, rudos, él está capacitando a toda esa gente ruda-, y he estado leyendo sobre esto, por dos años”, agregó.
“Yo pienso: ‘oh, eso es maravilloso, veámoslo’, pero, entonces, me doy cuenta de que no está capacitándolos, está enviando sus delincuentes, sus vendedores de drogas, su gente que está en cárceles, está enviándolos a Estados Unidos, y es diferente en cuanto no dice eso”, siguió afirmando, contradictoriamente.
“Está tratando de convencer, a todos, del maravilloso trabajo que hace al gobernar a su país, pero no está haciendo un maravilloso trabajo”, dijo, a continuación, cambiando el tono de su valoración de ese gobernante a quien no necesitó identificar por nombre.
“Y, a propósito, si yo gobernara uno de los países -muchos países, muchos, muchos países de todos lados-, yo sería peor que muchos de ellos: yo tendría el lugar totalmente vacío, a estas alturas”, aclaró.
“Pero nos hemos convertido en un basurero para el mundo, que se ríe de nosotros, piensan que somos estúpidos, no pueden creer que están saliéndose con la suya, pero no van a seguir saliéndose con la suya por mucho tiempo más”, amenazó, para agregar: “eso es lo que puedo decirles”.
Ahora identificando a países, dijo: “en Venezuela, Caracas, alta criminalidad, alta criminalidad. Carcas, Venezuela, realmente, un lugar peligroso. Pero, ya no, porque, en Venezuela, la criminalidad bajó 72 por ciento”.
Con alto nivel de incoherencia, dijo, textualmente: “en realidad, si ellos, alguna vez, en esta elección, odio siquiera decir que, tendremos nuestra próxima convención republicana en Venezuela, porque estará segura”.
“Nuestras ciudades, nuestras ciudades serán tan in seguras que no podremos, no podremos hacerla aquí”, remató.
Pasando al país de su presidente admirado aunque no tanto, dijo que “en El Salvador, los asesinatos bajaron 70 por ciento”.
“Por qué bajaron? Él los convencería que porque capacitó a los asesinos para que sean personas maravillosas”, siguió divagando.
“No. Bajaron porque están enviando, a sus asesinos, a Estados Unidos de América”, aseguró, para, manipuladoramente, vaticinar: “eso va a ser muy malo, y malas cosas van a ocurrir”.
Sembrado el miedo en el subconsciente de su auditorio rehén, justificó, manipuladoramente, la amenaza, proyectándose como el superhéroe salvador del país.
“Es por eso que, para mantener segura a nuestra familia, la plataforma republicana promete lanzar la mayor operación de deportación en los historia de nuestro país”, anunció, con satisfacción.
Dirigiéndose a todos sus compatriotas, declaró que, “esta noche, Estados Unidos, esta es mi promesa solemne: no permitiré que esos asesinos y delincuentes entre a nuestro país, mantendré seguros a nuestros hijos e hijas”:
“Al traer seguridad nuestras calles, ayudaremos a traer estabilidad al mundo”, agregó, ahora asumiendo el fantasioso papel de hábil componedor de extremadamente complejos conflictos internacionales -y, por supuesto, inventando una realidad a su medida-.
En referencia a su nefasto cuatrienio presidencial, aseguró que, cuando salió de la Casa Blanca, “el mundo entero estaba en paz, y ahora está estallando alrededor nuestro”, y agregó -en velada alusión al supuesto robo de su reelección- que “todas estas cosas que ustedes leen, no iban a ocurrir”.
Sin embargo, “con nuestra victoria, en noviembre, los años de guerra, debilidad, y caos, terminarán”, dijo en demencial vaticinio.
Para agregar al autoelogio, aseveró, en supuesta reflexión, que “estamos tan cerca de hacer algo grande, pero necesitamos un líder que permita que se haga”.
De inmediato, sorpresiva e incoherentemente, soltó la misoginia y la transfobia que lo caracterizan en su discriminatoria visión de la población sexualmente diversa.
“No tendremos hombres jugando en deportes de mujeres”, anunció, para reafirmar que “eso terminará inmediatamente”.
Respecto a la homofobia del ex presidente aspirante a un nuevo inquilinato en la Casa Blanca, Megan Rapinoe, la emblemática futbolista del Equipo Nacional Femenino de Estados Unidos (United States Women’s National Team, Uswnt) -el popular Team USA-, ha condenado, demoledoramente, esa conducta.
En declaraciones que formuló, en 2019, respecto a la discriminación que las personas integrantes de la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, intersexuales y más (Lgbti+), y a la misoginia y la homofobia que caracterizan a Trump, la futbolista aseguró que, en protesta, antes de los partidos internacionales, “probablemente, no cante el himno nacional, nunca más”.
Ello, porque, “siendo una gay estadounidense, yo sé qué significa mirar a la bandera que no protege nuestras libertades”, aclaró, en frontal choque con Trump quien, durante su presidencia criticó similar posiciones de deportistas estadounidenses como protesta contra la discriminación racial imperante en el país norteamericano.
Asimismo, antes del Campeonato Mundial Femenino 2019, llevado a cabo en Francia -y ganado por Estados Unidos-, entrevistada el 10 de julio de ese año, Rapinoe se dirigió a Trump, mirando, directamente/seriamente, en modo de desafío, a la cámara.
“Su mensaje está excluyendo gente”, le dijo la futbolista.
“Usted está excluyéndome, usted está excluyendo a gente que se parece a mí, usted está excluyendo a gente de color, usted está excluyendo a estadounidenses quienes quizá lo apoyan”, agregó la deportista, quien, en su calidad de lesbiana, es, igualmente, un ícono en la defensa de los derechos de la comunidad Lgbti+.
Además, desmitificó la manipuladora/aislacionista consigna de Trump -“Make America Great Again” (“Hacer a Estados Unidos Grande Otra Vez”, MAGA)-.
“Usted está recordando una era que no fue grande para todos -posiblemente fue grande para poca gente-, y Estados Unidos quizá sea grande para pocas personas, ahora, pero no es lo suficientemente grande para los estadounidenses en este mundo”.
El discurso de aceptación de la candidatura, fue críticamente y animadamente analizado, al día siguiente, por las cinco comentaristas del medio de comunicación estadounidense en línea The Daily Beast (La Bestia Diaria).
En su evaluación, la nicaragüense-estadounidense Ana Navarro -quien es, además, una estratega política republicana-, aseguró acertadamente, y en tono de broma: “es una lástima que el vendaje estaba sobre su oreja, debió estar sobre su boca”.
