Una lección de dignidad latinoamericana

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Gustavo Petro, el guerrillero quien llegó, por elección popular, a la presidencia de Colombia -tal como lo hizo el fenomenal Pepe Mujica, en Uruguay-, impartió, recientemente, a su contraparte estadounidense, el autócrata Donald Trump, una demoledora lección de dignidad.

Lo hizo, simultáneamente, como estadista de Colombia y como ciudadano de América Latina, y, en ambas dimensiones, en su calidad de inclaudicable combatiente por la libertad, la autodeterminación, la justicia social, los derechos humanos, la democracia.

Después de haber luchado en el campo de batalla armada -integrando el guerrillero Movimiento 19 de Abril (M-19), “el eme”-, ahora lo hace en el campo de batalla política
-desempeñando la presidencia-, en los dos casos, enfrentando al combinado poder de la corrupta y criminal oligarquía criolla y del siempre agresor imperio estadounidense.

La principista conducta de Petro, es inconcebible para la ultraderecha de Estados Unidos
-específicamente, el republicanismo trumpista-.

Ello, porque es la antítesis del comportamiento que, en la dimensión colombiana, caracterizó, por ejemplo, al corrupto belicista gringuero Álvaro Uribe (2002-2006, 2006-2010), el mismo patán de las “autodefensas”, los “falsos positivos”, y el entreguismo a Estados Unidos principalmente a través del guerrista/intervencionista Plan Colombia -parte de cuyos abundantes dólares financiaron las dos administraciones que presidió-.

En su más reciente combate político, Petro hizo que la arrogancia autocrática de Trump chocara contra la invencible fuerza de la dignidad.

Pero los neandertales políticos norteamericanos habitantes de la trumpiana Magalandia, leyeron erróneamente la reacción del líder colombiano a la arrogante decisión del autócrata, de trasladar, a Colombia, a bordo de dos aviones estadounidenses, a unos ochenta nacionales del país sudamericano -esposados, encadenados, y con grilletes-.

El origen de la confrontación: la xenofóbica/racista/clasista satanización y cacería de migrantes indocumentados, que Trump lanzó, en territorio estadounidense, el día de su segunda juramentación presidencial -el 20 de enero, para el cuatrienio 2025-2029-.

Los migrantes indocumentados están, desde el primer aterrizaje del autócrata en la Casa Blanca (2017-2021), en la mira de la represión trumpiana, brutal cuadro de situación que se agudizó en las semanas iniciales del actual.

La inauguración del segundo período gubernamental, el 20 de enero, fue el anuncio de lo que el pueblo estadounidense -al igual que el resto del planeta- tiene ante sí, para los próximos cuatro años -con miras a que sean ocho consecutivos, de acuerdo con lo que algunos de los más arrastrados trumpistas están apresurándose a plantear-.

En su discurso de largada, reafirmó las amenazas electorales, y empezó a cumplirlas minutos después, firmando demenciales decretos presidenciales -órdenes ejecutivas (executive orders)-.

Uno de los inevitables puntos focales, fue el referido a la masiva inmigración irregular, mayoritariamente a través de la frontera sur terrestre estadounidense -el límite de 3,155 kilómetros compartido con México-.

En esto, reiteró el gastado argumento de que Estados Unodos está soportando una “invasión” migratoria -principalmente desde el sur-, que los “invasores” son una seria amenaza para la seguridad nacional estadounidense -porque una proporción importante de ellos está constituida por criminales-, que es necesario, por una parte, impedir que sigan cruzando la frontera, y, por la otra, detener y expulsar a los que entraron.

“Iniciaremos el proceso de regresar, a millones y millones de delincuentes extranjeros, a los lugares desde los que vinieron”, aseguró, al hablar en un sector del Capitolio -la sede del bicameral parlamento nacional, la que fue violentamente tomada por irracionales trumpistas, en el intento de golpe de Estado que promovió el 6 de enero de 2021-.

También anunció que “enviaré tropas, a la frontera sur, para repeler la desastrosa invasión a nuestro país”.

“Y, al invocar la Ley de Enemigos Foráneos (Alien Enemies Act) de 1798, orientaré, a nuestro gobierno, a usar el pleno e inmenso poder de la ley federal y estatal, para eliminar la presencia de todas las pandillas y las redes delictivas extranjeras que traen el devastador crimen, a suelo estadounidense, incluidas nuestras ciudades”, planteó.

La represiva/xenofóbica ley aludida por Trump, precisa que aplica cuando “haya una guerra declarada entre Estados Unidos y cualquier nación o gobierno extranjero, o cualquier invasión o incursión depredadora sea perpetrada, intentada o amenazada contra el territorio de Estados Unidos, por cualquier nación o gobierno extranjero, y el Presidente de Estados Unidos haga proclamación pública del hecho”.

“Todos los naturales, ciudadanos, residentes, o súbditos de la nación o el gobierno hostil, siendo varones de la edad de catorce años y más, quienes estén dentro de Estados Unidos, y no estén naturalizados, estarán expuestos a ser aprehendidos, retenidos, custodiados, y removidos como enemigos extranjeros», también indica la ley aprobada, por el Senado y la Cámara de Representantes, en sesión conjunta, el 6 de julio de 1798.

Punto no percibido -o, deliberadamente, salteado- por Trump: la ley se refiere a casos de invasión “por cualquier nación o gobierno extranjero”, no a personas.

En su amenazante verborrea inaugural, Trump dijo que, “como comandante en jefe (de las fuerzas armadas) no tengo más alta responsabilidad que la de defender, a nuestro país, de amenazas e invasiones”.

“Y, eso es, exactamente, lo que vo a hacer: lo haremos a un nivel que nadie ha visto antes”, amenazó.

De modo que, apenas iniciando su segundo cuatrienio gubernamental, Trump está brutalmente agudizando las tóxicas características que lo destacaron -por las razones equivocadas- en el primero.

Así lo demuestra la conducta que está exhibiendo, lo que incluye la avalancha de decretos presidenciales que firmó apenas durante la semana uno -y los que siguió rubricando-, textos que implican flagrantes/masivas violaciones a los derechos humanos.

A ello, se suman las declaraciones que ha formulado, y que revelan la esencia dictatorial de su modo de malgobernar, lo que, destacadamente, enmarca la amenaza de imposición de tarifas a las importaciones de aquellos países a cuyos respectivos gobiernos considera hostiles o no sumisos -incluidos Canadá y México, sus socios comerciales en el Tratado entre México, Estados Unodos y Canadá (T-MEC) -en inglés: United States-Mexico-Canada Agreement (USMCA).

El T-MEC, entró en vigencia, el 1 de julio de 2020, en reemplazo del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) -North American Free Trade Agreement (NAFTA)-.

En ese momento, Trump era el presidente de Estados Unidos (2017-2021), Andrés Manuel López Obrador (Amlo) era el presidente de México (2018-2024), y Justin Trudeau era -y sigue siendo- el primer ministro de Canadá (desde 2015).

En este contexto, el narcisista autócrata estadounidense protagonizó, el 26 de enero, con Petro, un choque frontal.

El enfrentamiento se originó en el imperativo envío, ese día, a Colombia, de dos aviones militares estadounidenses transportado a decenas de migrantes irregulares colombianos
-detenidos, en Estados Unidos, en el marco de la represión xenofóbica trumpiana-, cuyo aterrizaje, en territorio del andino país sudamericano, Petro no autorizó.

El régimen trumpiano se apartó, así, de la costumbre según la cual Estados Unidos usaba vuelos charter, de aerolíneas comerciales, para repatriar a migrantes irregulares detenidos en su territorio.

En su red social -Truth Social (Verdad Social)-, Trump anunció, de inmediato, sanciones contra el gobierno de Colombia.

“Fui recién informado que dos vuelos de repatriación desde Estados Unidos, con un gran número de Criminales Ilegales, no fueron autorizados a aterrizar en Colombia”, indicó, para agregar que “esta orden fue dada por el Presidente socialista de Colombia Gustavo Petro, quien ya es muy impopular entre su pueblo”.

“La negativa de Petro de estos dos vuelos ha puesto en peligro la Seguridad Nacional y la Seguridad Pública de Estados Unidos, por lo que he instruido que mi Administración tome, inmediatamente, las siguientes medidas de represalia urgentes y decisivas”, siguió planteando.

Por una parte, “tarifas de emergencia de 25% sobre todos los bienes que entran a Estados Unodos. En una semana, las tarifas de 25% serán elevadas a 50%”, comenzó a enumerar.

Asimismo, “una Prohibición de Viajes e inmediatas Revocaciones de Visa para los Funcionarios Gubernamentales colombianos”, además de “Sanciones de Visa para todos los Miembros del Partido, Miembros de la Familia, y Partidarios del Gobierno Colombiano”
-el partido político es el centroizquierdista Colombia Humana, fundado en 2011, y liderado por Petro-.

Igualmente, “mejoradas inspecciones de Protección Aduanera y Fronteriza (Customs and Border Protection, CBP) para todos los nacionales y la carga colombianos, por razones de seguridad nacional”, lo mismo que “sanciones de IEEPA (International Emergency Economic Powers Act -Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional-), de (el Departamento del) Tesoro, bancarias y financieras a ser plenamente impuestas”.

Trump aseguró, además, que “estas medidas son sólo el comienzo”, porque, en su autocrática visión, “no permitiremos que el Gobierno Colombiano viole sus obligaciones legales respecto a la aceptación del regreso de los Criminales que impusieron a Estados Unidos”.

El presidente estadounidense difundió la información, debajo de una fotografía en la que aparee -muy adecuadamente- vestido como un gángster estadounidense de mediados del siglo pasado -traje con chaleco negros, finas rayas blancas, camisa blanca, corbata roja, sombrero con el ala hacia abajo, al frente-, en actitud amenazante, junto a la inscripción “FAFO”, y un emoji de sonrisa.

FAFO es la sigla de una altamente vulgar e intimidatoria expresión: “Fuck Around, Find Out” (“Jodan y Verán”).

Trump reaccionó así al mensaje difundido, horas antes, en la red social X, por Petro, en el sentido de que “los EEUU no pueden tratar como delincuentes a los migrantes Colombianos”.

“Desautorizo la entrada de aviones norteamericanos con migrantes colombiano a nuestro territorio”, agregó, a continuación, para señalar que “EEUU debe establecer un protocolo de tratamiento digno a los migrantes antes de que los recibamos nosotros”.

Por su parte, la Presidencia de Colombia, indicó, poco después, en un extenso comunicado que difundió también en X, que “el Gobierno de Colombia, bajo la dirección del Presidente Gustavo Petro, ha dispuesto el avión presidencial para el retorno digno de los connacionales que iban a llegar hoy al país en horas de la mañana, provenientes de vuelos de deportación”.

Y, en la misma red social, el gobernante sudamericano se dirigió, con firmeza/dignidad, a su insolente contraparte estadounidense.

“Trump, a mí no me gusta mucho viajar a los EEUU, es un poco aburridor, pero confieso que hay cosas meritorias, me gusta ira a los barrios negros de Washington”, comenzó planteando, en el texto de 18 párrafos.

“No me gusta su petróleo, Trump, va a acabar con la especie humana por la codicia. Quizás algún día, junto a un trago de Whisky que acepto, a pesar de mi gastritis, podamos hablar francamente de esto, pero es difícil porque usted me considera de una raza inferior y no lo soy, ni ningún colombiano”, indicó, más adelante.

“Así que si conoce algún terco, ese soy yo, punto,” aseguró.

Y, además, actualizó a su arrogante interlocutor: “Colombia ahora deja de mirar al norte, mira al mundo”, agregando -respecto a la sanción arancelaria- que “me informan que usted pone a nuestro fruto de trabajo humano 50% de arancel para entrar a Estados Unidos, yo hago lo mismo”.

Además, le dio una demoledora lección, al mismo tiempo, de historia y de dignidad.

Siempre dirigiéndose a Trump, le advirtió que “puede con su fuerza económica y su soberbia intentar dar un golpe de estado como hicieron con Allende. Pero muero en mi ley, resistí la tortura y lo resisto a usted”.

Petro hizo, así, intensa mención del socialista presidente chileno (1970-1973) Salvador Allende, quien murió, la mañana del 11 de setiembre de 1973, armado con un fusil, defendiendo la institucionalidad y la democracia, en el marco del cruento golpe de estado que instaló la brutal y corrupta dictadura militar de 1973-1990.

También le advirtió que “me matarás, pero sobreviviré en mi pueblo que es antes del tuyo, en las Américas”, además de retarlo: “túmbeme presidente y le responderán las Américas y la humanidad”.

“No nos dominarás nunca. Se opone el guerrero que cabalgaba nuestras tierras, gritando libertad y que se llama Bolívar”, aseguró, en referencia a Simón Bolívar (1783-1830), el colombiano libertador anticolonialista latinoamericano.

También mencionó al líder colombiano Jorge Eliécer Gaitán (1903-1948), quien fue máximo dirigente del socialdemócrata Partido Liberal Colombiano (PLC) -fundado en 1848-, además de desempeñarse como legislador, alcalde de Bogotá -la capital nacional-, y ministro tanto de Trabajo como de Educación.

Conocido como El Caudillo del Pueblo, Gaitán, caracterizado por su activismo social, fue asesinado el 9 de abril de 1948.

Petro aseguró que “yo levanto una bandera y como dijera Gaitán, así quede solo, seguirá enarbolada con la dignidad latinoamericana que es la dignidad de América, que su bisabuelo no conoció, y el mío sí, señor presidente inmigrante de los EEUU”.

También le aclaró: “lo que quiero al lado de Colombia, son amantes de la libertad. Si usted no puede acompañarme yo voy a otros lados”.

Pero, según la distorsionadora y negacionista visión xenofóbica de los MAGA, la lección de dignidad que Petro impartió a Trump, fue considerada, por la presidencia estadounidense, como una derrota del gobernante colombiano frente al autócrata estadounidense.

En una breve declaración de un párrafo, la nueva secretaria de Prensa, Karoline Leavitt, aseguró, el mismo día, que “el Gobierno de Colombia ha aceptado todos los términos del Presidente Trump, incluida la irrestricta aceptación de foráneos ilegales de Colombia regresados desde Estados Unidos, incluyendo a bordo de naves aéreas militares estadounidenses, sin limitación ni demora”.

“Sobre la base de este acuerdo, las plenamente redactadas tarifas y sanciones de la Ieepa serán mantenidas en reserva, y no firmadas, a menos que Colombia incumpla este acuerdo”, agregó Leavitt, en la declaración que difundió en la red social X.

“Las sanciones de visa emitidas por el Departamento de Estado, y las mejoradas inspecciones de Protección Aduanera y Fronteriza, permanecerán en efecto hasta que el primer envío aéreo de deportados colombianos haya regresado exitosamente”, puntualizó.

“Los acontecimientos de hoy, dejan claro, al mundo, que Estados Unidos es respetado otra vez”, aseveró, al difundir la negacionista visión trumpiana de lo ocurrido.

“El Presidente Trump continuará fuertemente protegiendo la soberanía de nuestra nación, y espera que todas las otras naciones del mundo cooperarán plenamente en aceptar la deportación de sus ciudadanos ilegalmente presentes en Estados Unidos”, dijo, como cierre de su manipuladora declaración.

Por su parte, la cancillería colombiana informó, el 28 de enero -dos días después de la declaración de Leavitt-, la verdad sobre la repatriación de esos ciudadanos, a bordo de dos aviones de la Fuerza Aeroespacial Colombiana (FAC) -la ex Fuerza Aérea Colombiana (FAC)- que el gobierno de Petro envió, a Estados Unidos, para trasladar a esos compatriotas detenidos por el régimen trumpista.

El ministerio indicó, en un breve comunicado, que funcionarios de ambos gobiernos, entre ellos el canciller colombiano, Luis Gilberto Murillo, y el enviado especial de Estados Unidos para América Latina, Mauricio Claver, “sostuvieron una reunión de alto nivel para afianzar los acuerdos alcanzados y avanzar en su implementación”.

“Durante el encuentro, se revisaron los detalles del acuerdo logrado por ambos países el pasado domingo 26 de enero, y tras la llegada de los vuelos con el primer grupo de colombianos deportados, siguiendo los protocolos establecidos, se definieron las interpretaciones comunes y los pasos a seguir”, según el texto dado a conocer por Murillo, en un video en redes sociales.

“Asimismo, se acordó una hoja de ruta para fortalecer una amplia agenda de trabajo conjunto, abarcando temas clave de la relación bilateral”, de acuerdo con la versión oficial colombiana, y aseguró que “este esfuerzo reafirma el compromiso de ambos gobiernos de avanzar de manera constructiva en áreas de interés para ambas naciones”.

“El Gobierno de Colombia reitera su compromiso con el diálogo por canales diplomáticos como la vía esencial para el relacionamiento con los Estados Unidos”, expresó la cancillería, en una nueva muestra de civilidad, frente al matonismo trumpiano.

Al mismo tiempo, Petro informó, ese día, en X que “vienen nuestros connacionales desde EEUU libres, dignos, sin estar esposados”, y precisó, aleccionadoramente, que “el migrante no es un delincuente, es una persona humana libre”.

Versiones periodísticas internacionales reprodujeron, también el 28 de enero, declaraciones de deportados, poco después de su llegada a territorio colombiano, quienes, invariablemente, ofrecieron testimonio del trato inhumano que recibieron mientras estuvieron en custodia de autoridades estadounidenses.

“Veníamos amarrados, de pies y manos, y amarrados a la cintura, como delincuentes”, denunció un colombiano identificado como Daniel, quien agregó que, entre otras agresiones, “nos tiraron nuestras pertenencias, a la basura, de forma humillante”.

Otro migrante, no identificado, denunció que, en Estados Unidos, “los de Migración, cuando hacen una revisión, nos robaron todo”, y agregó que “son unos bandidos”.

También relató que, “a mi hijo, lo esposaron, y les dije: ‘es menor de edad’, y se echaron a reír”, y precisó que el menor se quejaba de dolor causado por las esposas, sin que ello importase a los represores del régimen de Trump, todo lo cual es flagrantemente violatorio de la Convención sobre los Derechos del Niño.

Aprobada en 1989, por la Asamblea General de las Naciones Unidas, entre otras disposiciones, establece que “todo niño privado de libertad sea tratado con la humanidad y el respeto que merece la dignidad inherente a la persona humana, y de manera que se tengan en cuenta las necesidades de las personas de su edad” -derecho, en este caso, tropellado por el régimen trumpista-.

Otro migrante no identificado reveló otras violaciones a los derechos humanos, al relatar que “nos trataron muy mal”, y reafirmó que bajo custodia de personal estadounidense, “el trato fue muy malo, desde el principio”.

“Nos botaron (tiraron) la ropa, no nos dejaban bañar, nos despertaban a la seis de la mañana, esperaban a que nos durmiéramos, y, a la hora nos despertaban, nos gritaban, a algunos les pegaron”, narró, a continuación.

La privación del sueño constituyó una de las variantes de brutal tortura -lo mismo física que psicológica- impuesto, a los presos políticos, por las dictaduras sudamericanas de la segunda mitad del siglo pasado -particularmente, la argentina y la uruguaya-.

De acuerdo con varios testimonios, el trato humanitario comenzó cuando personal gubernamental colombiano llegó, el 28 de febrero, a bordo de los dos aviones militares colombianos, aseguró.

Al respecto, un migrante no identificado, declaró que “ellos, realmente, nos trataron como personas”, contexto en el cual “nos dijeron: ‘desde que están en el avión, ustedes están en su casa’”.

Otro colombiano aseguró que, “cuando vimos ese avión colombiano, volvimos a la vida”, y reafirmó que fue “excelente, el trato que nos dieron”.

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