Roberto Samcam: terminada la dictadura en Nicaragua, “veo un país sin ejército, un país con instituciones fuertes”

Por: George Rodríguez / Jesús Sánchez

Terminada la brutal y corrupta dictadura que la oprime, Nicaragua tendrá ante sí una ruta democrática de debe implicar la erradicación de la estructura militar -reemplazándola con una adecuada fuerza policial-, y la construcción de una sólida estructura institucional.

Para llegar a ese escenario, la vía pacífica es la única aceptable, un proceso en el cual la comunidad internacional tiene un papel clave a desempeñar.

Al exponer esta línea de análisis, el mayor retirado nicaragüense Roberto Samcam expresó que, de esa manera, será posible reparar el daño inmisericordemente causado por el régimen que encabezan el presidente Daniel Ortega y su esposa/vicepresidenta Rosario Murillo.

Samcam dialogó con Informativo JBS, luego de haber presentado -en San José, la capital costarricense, donde reside, hace casi cuatro años, como refugiado político- el libro que tituló “Ortega: el calvario de Nicaragua”.

Interrogado respecto a la perspectiva, para el país centroamericano, una vez superada la dictadura ortegamurillista, el militar retirado, y analista político y económico, planteó que, “en un eventual escenario democrático, veo un país sin ejército, en lo fundamental, veo un país con instituciones fuertes”.

“Es decir, la recuperación, el restablecimiento de la democracia, la institucionalidad que empezó a demoler, Ortega, desde antes del 2007, que llegó al poder”, precisó.

“Pero, básicamente, la desaparición del ejército, y la conversión, en una fuerza policial, fuerte, que esté sometida al poder civil y dislocada en distintas instituciones del Estado que no respondan a un jefe nacional de la policía sino que respondan a las instituciones, a los que están al frente de las instituciones”, explicó.

Se trata de establecer mandos “dislocados, sin posibilidad alguna de que puedan reunirse y convertirse a lo que están, ahora, las fuerzas armadas: en el fiel de la balanza de la democracia, en Nicaragua, o de la dictadura, en Nicaragua”, agregó.

“No puede pasar eso, ya, nunca más en la historia, en un escenario democrático”, reflexionó, a manera de recomendación.

“Las fuerzas armadas tienen que desaparecer, y convertirse -como en Panamá, como en Costa Rica- en una fuerza policial fuerte, que pueda mantener la seguridad ciudadana, el resguardo de las fronteras, y la lucha contra el crimen organizado, el narcotráfico, y demás”, planteó, a continuación.

La necesaria reconstrucción democrática -incluida la desaparición de la estructura militar-, se logra por la vía pacífica, descartándose, definitivamente, la alternativa de solución por la vía armada.

“Esta es la gran tentación que tenemos que evitar”, planteó.

“Nicaragua, no puede volver a dirimir los problemas políticos, y de retorno a la democracia, a través de las armas”, agregó el mayor retirado, a partir de su experiencia de combate guerrillero contra la dictadura del general Anastasio Somoza Debayle (1967-1979) , y de enfrentamiento militar -como integrante del Ejército Popular Sandinista (EPS)- a la fuerza mercenaria financiada, en la década de 1980, por Estados Unidos, para derrocar al gobierno revolucionario (1979-1990).

Como resultado de la opción bélica, “el libertador se convierte, al poco tiempo, en el nuevo verdugo del país”, aseguró.

“Creo que hay que insistir en la vía pacífica, y la comunidad internacional es la que tiene el principal papel”, dijo.

Su accionar “tiene que seguir profundizándose”, contra Ortega, de modo de facilitar “que Nicaragua pueda volver a los cauces democráticos”, planteó, a continuación.

Respecto al libro, que fue presentado en la sede de la costarricense Fundación Arias para la Paz y el Progreso Humano, dijo que uno de los propósitos de la obra consiste en que los lectores puedan “identificar cómo se ha desarrollado el armamentismo, a través de la historia, en Nicaragua, hasta llegar al Ejército Nacional, con un arsenal que no lo tiene ningún país en Centroamérica, de manera independiente”.

“El libro concluye este proceso armamentista, con una tabla de una correlación de fuerzas entre los países del Triángulo del Norte, y Nicaragua, y uno puede ver cómo Nicaragua es superior a cada uno de los países -Guatemala, Honduras, y El Salvador-, y, en algunos aspectos, es superior, incluso, a los tres juntos”, dijo.

“Luego, es importante identificar cómo viene desarrollándose el proceso de las fuerzas de choque, en Nicaragua, a través de la historia”, agregó.

“Cómo, de las famosas camisas azules conservadoras que eran aliadas (…) de Anastasio Somoza García” -en el poder desde 1933 hasta su ajusticiamiento, en 1956-, “llegamos a los grupos motorizados de los años ’90 y 2000, pasando por las turbas nicolasianas y las turbas divinas, hasta concluir en un fenómeno, o en un Frankenstein, creado por Ortega y el ejército, que se llama fuerza paramilitar”, indicó.

Samcam hizo, así, referencia, a algunos grupos de apoyo, tanto a la dictadura somocista, como al gobierno revolucionario sandinista, como al actual régimen.

“Luego, todo el tema de la operación limpieza”, continuó señalando, ahora, en alusión a la masiva represión gubernamental desencadenada para desmantelar los tranques -bloqueos viales opositores a nivel nacional, como parte de las protestas de 2018, en el inicio de la violenta crisis que aún golpea a los nicaragüenses-.

En ese sentido, hizo énfasis, particularmente, “el armamento del ejército -que es lo más importante-, un armamento de guerra, que era propio del Ejército Nacional, que estaba en los arsenales del ejército, y que fue entregado, de manera irresponsable, a un montón de civiles fanáticos que asesinaron al pueblo nicaragüense, en el mes de julio, durante lo que conocemos como la operación limpieza”.

“Y, luego, los retos, los desafíos, que va a tener el país -y Centroamérica-, con un nuevo gobierno de Ortega, a partir de las votaciones del 7/11 del año pasado”, indicó.

Samcam se refirió, asimismo, a la génesis del título que dio a su libro.

“Hay un libro, que escribió Anastasio Somoza García -que no es seguro que lo haya escrito él-, que se llama ‘Sandino: el calvario de Las Segovias’”, comenzó a relatar.

“Entonces, Anastasio Somoza García consideraba que la lucha guerrillera de Sandino en contra de la intervención norteamericana, significó un calvario para toda la zona de guerra de Las Segovias”, durante las décadas de 1920 y 1930, en el noroeste nicaragüense y parcialmente fronteriza con Honduras, agregó.

“Es decir, quitándole responsabilidad a unas fuerzas de intervención, en este caso el ejército norteamericano, que fue el verdadero calvario, porque la intervención en un país que era considerado como una república bananera, bueno, eso no es ni democrático ni legal”, planteó, a continuación.

“Cuando estaba trabajando el tema (del libro), le pedí, a un a migo, que me hiciera un sketch de lo que podía ser la portada, y, entonces, me puso, a Nicaragua, ubicándola como una mujer, como una madre, cargando una cruz (…) esa mujer ensangrentada -que es Nicaragua, la patria ensangrentada, cargando esa cruz-“, reveló.

“Entonces, vi que ésta era, realmente, la evidencia real de lo que ocurre en Nicaragua (…)la llegada de Daniel Ortega, en el 2007, significó, para Nicaragua, el inicio de un calvario, y el calvario es un camino en el cual vas sufriendo”, expresó.

“Nicaragua viene sufriendo, desde el 2007, con la llegada, de Daniel Ortega, al poder”, planteó Samcam, en alusión al nuevo período de mando orteguista, y aclaró: “pero no solamente desde el 2007”.

El analista aludió así al hecho de que, al contabilizar sus años en el poder, hay que tener en cuenta que Ortega empezó siendo coordinador de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional (JGRN) -instalada cuando cayó la dictadura somocista-, cargo que desempeñó desde la victoria -en 1979- hasta 1985.

A continuación, se desarrolló su primer período presidencial -como resultado de los primeros comicios nicas sin somocismo-, que se extendió de 1985 a 1990.

Luego de tres derrotas electorales seguidas -1990, 1996, 2001-, logró ganar la votación de 2006.

A partir de ahí, y fruto de la irregular reforma constitucional, ha estado tres quinquenios consecutivos en la presidencia (2007-2012, 2012-2017, 2017-2022) -el primero, por elección, los otros dos, mediante cuestionada reelección-.

Ahora, tras la tercera turbia reinauguración -el 10 de enero-, se apunta, demencialmente, a llegar a cuatro períodos presidenciales en cadena -incluyendo el actual, 2022-2027-.

Desde el quinquenio anterior, Murillo lo acompaña como vicepresidenta.

Por lo tanto, sumando los cinco años de coordinación de la junta, los cinco de presidencia durante el gobierno revolucionario, más los quince desde el regreso al cargo, Ortega acumula, de momento, 25 años en el poder.

Y, en lo inmediato, tras el triunfo en la reciente farsa electoral de 2021 -que culminó en la votación del 7 de noviembre-, está apuntado a 30.

En tal contexto, Ortega “ha convertido, su presencia, en un calvario para nuestro país”.

Esto se muestra en la imagen de portada del libro.

“Quería ver la foto de alguien siniestro”, agregó, en referencia a la ilustración que introduce a de la obra.

Y explicó que, la seleccionada, “es la foto de un hombre endurecido (…) con una cara tosca, hosca, dura”.

Porque “ese es el espíritu de Daniel Ortega: un tipo con una frialdad en su mirada, que carece de sentimiento, carece de empatía, no le importa asesinar, con tal de conservar el poder, no le importa pasar encima de todo lo que tenga que pasar, con tal de conservar ese poder que él creó, que está predestinado a mantenerlo”.

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