El libreto electoral 2024 estadounidense cambió drásticamente, y los trumpianos entraron en pánico: están, aceleradamente, adaptando su irracional estrategia.
No es lo mismo atacar a “Crooked Joe” (“Corrupto Joe”), un candidato visualizado como con pocas posibilidades triunfo -por todas las evidentes y viralizadas debilidades-, que a Kamala Harris, su hasta ahora compañera de fórmula -cuyas características hacen prever lucha fuerte y sin cuartel, en un campo de batalla más equilibrado, en la despiadada carrera hacia la Casa Blanca-.
La ansiada renuncia de Joe Biden, a la candidatura presidencial demócrata, el 21 de julio
-después de casi un mes de estéril terquedad-, y el fuerte posicionamiento de Harris como nueva aspirante a esa nominación, oxigenaron el enviciado aire que estaba contaminando la atmósfera de la presente -y particularmente agitada- campaña con miras a la votación del 5 de noviembre.
El paso que Biden dio a un lado, su público respaldo a Harris como candidata, el masivo/inmediato apoyo de líderes demócratas a la decisión y a la nueva aspirante presidencial, y la instantánea/abundante recaudación de donaciones, marcaron un punto de buena inflexión en el proceso electoral -y para el gobernante Partido Demócrata-.
El comando de campaña del misógino, racista, xenofóbico ex presidente (2017-2021) y actual candidato republicano a regresar a la Casa Blanca, está, ahora, ante la realidad de, obviamente, atacar sin piedad, a Harris -lo que algunos trumpianos empezaron inmediatamente a hacer-, pero, oportunistamente, evitando exageraciones.
Esto, para tratar de no alienar a dos comunidades de votantes hostiles al prejuiciado aspirante a la reelección -las mujeres y los votantes negros-, ahora hipócritamente convertidos, por el misógino racista, en objetivo electoral.
Trump se ha esforzado por ganarse el apoyo de ambos componentes de la población electora, y, de acuerdo con versiones periodísticas, sus estrategas y otros republicanos consideran que, efectivamente, hay que atacar a Harris, pero de tal manera que esos segmentos votantes -obviamente, más afines a la demócrata que al republicano- no se sientan indirectamente agredidos.
Ello, teniendo en cuenta, respectivamente, la afinidad de género y el hecho de que, nacida en la portuaria ciudad de Oakland, en el occidental y costero estado de California, la candidata es una mujer mestiza -negra, según los particulares parámetros raciales estadounidenses-, hija de inmigrantes -el economista jamaiquino Donald Harris, oriundo de la localidad de Brown’s Town, en el norte de Jamaica, y la científica investigadora india Shyamala Gopalan, nacida en la ciudad de Madras (la actual Chennai), la capital del costero estado de Tamil Nadu, en el costero extremo sur de India-.
En su tóxica condición de discriminador, Trump ha dirigido reiterados e injuriosos ataques contra Harris, desde que la dirigente acompañó a Biden en la fórmula presidencial demócrata para la elección presidencial de 2020 -la cual el turbio empresario republicano sostiene, obcecada y conspirativamente, que le fue robada-.
Siguiendo su habitual modus operandi para descalificar a quienes lo adversan, Trump ha agredido verbalmente, a Harris, formulando falsas acusaciones referidas, por ejemplo, a su aptitud para desempeñar la vicepresidencia del país, o a su ciudadanía -al igual que lo ha hecho, reiteradamente, con Barak Obama, el primer presidente negro de Estados Unidos-.
También ha sido agraviante, entre otras actitudes, en su persistente y deliberadamente mala pronunciación del nombre de la actual vicepresidenta, refiriéndose a ella como Kamála -en racista e ignorante acentuación de la segunda sílaba-, en lugar de Kámala -que es la acentuación correcta, en la primera-.
En referencia al hecho de que era senadora, cuando fue, en 2020, candidata vicepresidencial, Trump llegó a describirla como “la más malvada, la más horrible” integrante de la cámara alta estadounidense.
“También se la conoce -según entiendo- como una de las personas más liberales en el Senado de Estados Unidos, y yo habría pensado que Biden habría tratado de mantenerse un poco alejado de eso (…) que habría tomado un camino diferente”, dijo en declaraciones formuladas entonces.
Trump se refirió así, indirectamente -y avaló-, la absurda imagen, proyectada despectivamente, hace cuatro años, por la derecha republicana, de Biden como “socialista”.
En ese contexto, durante una entrevista en el marco de la campaña electoral de 2020, a la pregunta puntual “usted es socialista?”, Biden respondió, sonriendo: “acaso parezco socialista?”.
Ahora, con el reciente cambio de escenario electoral, el trumpismo y sus aliados del extremismo republicano están enfocados en atacar a Harris, algo que llevan a cabo implementando una despiadada campaña difamatoria -su habitual modus operandi-.
Pero la reaccionaria dirigencia del partido opositor, está ordenando, a sus cuadros, que no la agredan con argumentos basados sobre género ni etnia, sino que apunten a destruir su imagen política, desacreditar su carrera -que incluye sostenido desempeño en altos cargos públicos-.
Citados, el 23 de julio, por el medio de comunicación estadounidense The Hill
-especializado en información parlamentaria-, algunos legisladores republicanos fueron explícitos en ese sentido.
Al respecto, The Hill (La Colina) –en referencia a Capitol Hill (la Colina del Capitolio), donde se ubica la sede legislativa estadounidense-informó entonces que “republicanos están advirtiendo a sus colegas que dejen de usar la política de diversidad, equidad, e inclusión (DEI) para atacar a la vicepresidenta Harris”.
El periódico aludió, así, a los gres conceptos, íntimamente interconectados, cuyos promotores impulsan para tratar de erradicar discriminación, eliminar prejuicios, establecer justicia socioeconómica.
Por diversidad, se entiende la aceptación de la variedad innegablemente presente en todas las sociedades -de clases sociales, cultural, etaria, de género, ideológica, racial, sexual, entre otras-, mietras que la noción de equidad, comprende conceptos tales justicia, con enfoque prioritario, entre otros aspectos, en las brechas sociales, al tiempo que inclusión se refiere a generar una cultura de pertenencia, erradicando los contextos discriminatorios.
Los sectores derechistas -en particular los extremistas-, a nivel planetario, son radicalmente contrarios a esta línea de pensamiento socialmente sensible, al que consideran peligroso en tanto promovido por “la izquierda” o “las izquierdas”, razón por la cual, en Estados Unidos, el trumpismo etiqueta a Harris como “DEI”.
The Hill informó, asimismo, que “el GOP ha tenido que, rápidamente, rearmar sus ataques, en los días desde que el presidente Biden se retiró de la carrera 2024 y los demócratas se unieron en torno a Harris como su reemplazo (de Biden), y algunos miembros le han lanzado golpes por su raza y género, al argumentar que no está calificada”.
El medio de comunicación se refirió al Partido Republicano, utilizando la sigla que es la denominación popular de esa histórica agrupación política, fundada en 1854 -Viejo Gran Partido (Grand Old Party, GOP)-.
En cuanto a la restructurada estrategia electoral trumpiana, el director de Diversidad y Participación (Diversity and Engagement) del Partido Republicano en el norteño estado de Indiana, Whitley Yates, aconsejó que se evite etiquetar, a Harris, como una “presidenta DEI”, porque “eso alejará gente”.
“Creo que necesitamos salirnos, completamente, de (el enfoque de) raza y género, y (los republicanos) necesitan concentrarse en las políticas que (los demócratas) van a tener”, aconsejó, para agregar que “no tenemos tiempo para enfocarnos en esos temas sociales”.
Sin embargo, algunos dirigentes -legisladores incluidos- del GOP se le adelantaron, y empezaron a señalar, despectivamente y manipuladoramente, a la vicepresidenta, como una “empleada DEI” (“DEI hire”).
Por su parte, Mike Johnson, presidente de la Cámara de Representantes, planteó que “esta elección (…) va a ser sobre políticas, no personalidades”.
En referencia a Harris, dijo que “su etnicidad, su género, no tiene nada que ver con esto”
-aunque Johnson sabe que, para el trumpismo, tiene todo que ver-.
También preocupado por no alejar electores, el congresista Dusty Johnson, planteó que “más que hacer acusaciones -que, en realidad son acusaciones corta los votantes por las motivaciones que hayan tenido (para elegirla)-, creo que debemos hacer esta campaña sobre la base del hecho de que ella no ha hecho bien su trabajo”.
En esa menospreciante sintonía, su colega y correligionario Glenn Grothman, dijo que la virtualmente segura nominación de Harris como candidata presidencial, obedece al hecho de que los demócratas “sienten que tienen que apoyarla, por sus antecedentes étnicos”.
En cuanto a cómo atacarla más eficazmente, Grothman planteó que las críticas deben centrarse en el enfoque político de su desempeño en el cargo actual.
“Se la conoce, principalmente, por la frontera abierta”, agregó, en referencia a uno de los puntos de apoyo de Trump para brutalmente criticar a Biden: la supuestamente laxa política migratoria y la crisis humanitaria en la frontera sur estadounidense -problemas que, contrariamente a su autopropaganda, el autoritario narcisista no resolvió-.
La guerra sucia del trumpismo -en la que todo, tan ignominioso/escabroso como sea posible, es válido-, fue inmediatamente declarada contra la candidata.
En el contexto de la demonizadora operación “antikamála”, una iniciativa fue, rápidamente, puesta en marcha en la Cámara de Representantes: juicio político (impeachment), contra Harris, por supuesto incumplimiento de sus deberes vicepresidenciales -incluido, destacadamente, el tema migratorio-.
Esto, con miras, no solamente a descalificarla como candidata presidencial sino, también, a que renuncie a la vicepresidencia.
Una especie de preventivo golpe de Estado, usando la institucionalidad democrática -en este caso el Poder Legislativo- como arma de guerra política -con miras a incluir, en la movida, al Poder Judicial-.
El promotor visible de esta perversa táctica es el servil congresista republicano Andy Ogles, quien, inmediatamente después de conocida la información sobre el cambio en la fórmula presidencial demócrata, presentó, en la Cámara de Representantes, lo que se conoce como “artículos de juicio político” (“articles of impeahment”).
Contenidos en un proyecto de resolución de siete páginas, los groseramente fabricados artículos (acusaciones) son dos: “Negativa deliberada a hacer cumplir las leyes de inmigración” (“Willful refusal to uphold the immigration laws”), y “Violación de la confianza pública” (“Breach of public trust”).
Citado en un comunicado en el sitio oficial de su oficina legislativa en Internet, Ogles aseveró que “Kamala Harris ha deshonrado el Cargo de Vicepresidente, y, deliberadamente, ignorado su juramento de hacer cumplir y defender la Constitución”.
“Ella no solamente es una vergüenza para el país sino que, deliberadamente, ha ignorado su responsabilidad de hacer cumplir las leyes de Estados Unidos y proteger al pueblo estadounidense”, agregó, reiterativamente.
“Durante su mandato, cada pueblo (estadounidense) se ha convertido en un pueblo fronterizo, cientos de miles de estadounidenses han sufrido sobredosis de drogas ilícitas traídas a través de la frontera sur, e innumerables mujeres y niños han sido víctimas de violación by asesinato”, planteó, presentando, a los migrantes en general, como delincuentes, sin aportar cifras precisas ni fuentes de la exagerada desinformación
-sencillamente, porque no las hay-.
Por si lo anterior hubiese sido poco, Ogles se permitió aseverar que “Kamala Harris traicionó la confianza del público, al fallar en el ejercicio de su obligación jurada de emplear las disposiciones de la 25 Enmienda (constitucional) para remover, al Presidente Biden, del cargo, cuando fue evidente que estaba mental y físicamente incapaz de continuar desempeñándolo”.
La 25 de las 27 enmiendas que la Constitución estadounidense -vigente desde 1789-, ha recibido hasta ahora -la primera, data de 1791-, se refiere a “Incapacidad Presidencial y Sucesión” (Presidential Disability and Succession”).
En la primera de sus cuatro secciones, la 25 Enmienda establece que, “en caso de remoción del Presidente, del cargo, o por su muerte o renuncia, el Vicepresidente se convertirá en Presidente”.
En la segunda sección, determina que “cuando haya una vacante en el cargo de Vicepresidente, el Presidente propondrá un Vicepresidente, quien asumirá el cargo mediante confirmación por una votación mayoritaria de ambas Cámaras del Congreso” -en referencia, respectivamente, al Senado y a la Cámara de Representantes-.
En la tercera, plantea que, “cuando el Presidente transmita al Presidente pro tempore del Senado y al Presidente (Speaker) de la Cámara de Representantes, su declaración escrita de que está imposibilitado de cumplir los poderes y las obligaciones de su cargo, y hasta que les transmita una declaración escrita en sentido contrario, tales poderes y obligaciones serán conocidos por el Vicepresidente como Presidente Interino”.
En la cuarta, señala que, “cuando el Vicepresidente y una mayoría de autoridades principales de los departamentos (ministerios) ejecutivos o de otro tal organismo como el Congreso pueda, por disposición de ley, transmitir al Presidente pro tempore del Senado y el Presidente de la Cámara de Representantes, su declaración escrita de que el presidente está imposibilitado de cumplir los poderes y las obligaciones de su cargo, el Vicepresidente asumirá, inmediatamente, los poderes y las obligaciones del cargo como Presidente Interino”.
Como arbitraria justificación a su incalificable conducta, Ogles aseveró que, “solamente por estas razones, debe iniciarse una inmediata acción para imponerle juicio político”, dijo.
Los trumpianos tienen plena razón en estar preocupados ante la inminente nominación de Harris como candidata presidencial demócrata.
La actual vicepresidenta es una mujer de carácter, algo que demostrado en su carrera política, habiéndose desempeñado en cargos de alta complejidad, inicialmente, en California -fiscala de Distrito de San Francisco (2004-2011), fiscala general de California (2011-2017)-, luego, en Washington -senadora (2017-2021), vicepresidenta (desde 2021)-.
Prueba de ello es el hecho de que decidió llevar a cabo, el 23 de julio -dos días después del anuncio de Biden-, su primer actividad política como aspirante presidencial, en el sector de West Allis, en la ciudad de Milwaukee, la mayor del norteño estado de Wisconsin.
Esto, cinco días después de que Trump aceptó la candidatura presidencial republicana 2024, durante el cierre de la Convención Nacional Republicana (Republican National Convention, RNC), actividad proselitista llevada a cabo del 15 al 18 de julio, precisamente, en Milwaukee.
Al hablar -frecuentemente interrumpida por plausos, aclamaciones, e interacciones individuales de personas del público- en un establecimiento de enseñanza secundaria en West Allis, la aspirante al cargo más codiciado en Estados Unidos, se refirió, entre otros temas, a su capacidad para enfrentar y vencer a Trump.
En ese sentido, hizo referencia a varios aspectos de su exitosa carrera en la administración pública estadounidense.
“Antes de ser elegida vicepresidenta, antes de ser elegida Senadora de Estados Unidos, fui elegida fiscala general del estado de California, y fui abogada penalista (courtroom prosecutor), antes de eso”, comenzó a narrar.
“Y, en esos papeles, enfrenté a perpetradores de todos los tipos, depredadores quienes abusan de mujeres, defraudadores quienes estafaron a consumidores, tramposos quienes quebraron las reglas en su propio beneficio”, agregó riendo.
“De modo que escúchenme, cuando digo: ‘conozco el tipo de gente que es como Donald Trump’”, aseguró, generando risas y aplausos.
“Y, en esta campaña -les prometo-, orgullosamente compararé mi récord con el suyo, en cualquier momento”, expresó.
Al hacerlo en ese momento, precisó que, “como fiscala general de California, enfrenté a una de las cuatro mayores universidades con fines de lucro, de nuestro país, que estaba estafando estudiantes. Donald Trump dirigió una universidad con fines de lucro que estafó estudiantes”.
“Como penalista, me especialicé en casos que involucraban abuso sexual. Bueno, Trump fue hallado (en uno de los cuatro procesos judiciales) responsable de haber cometido abuso sexual”, siguió puntualizando.
“Como fiscala general de California, me enfrenté a grandes bancos de Wall Street (el sector financiero de la nororiental ciudad estadounidense de Nueva York), y los acusé de fraude. Donald Trump fue hallado culpable de 34 cargos de fraude”, aseguró, de inmediato.
Ante este planteamiento específico, alguien del público gritó: “que lo metan preso!”.
“Pero no nos equivoquemos: esta campaña no es solamente sobre nosotros versus Trump”, agregó, a continuación, para aclarar que “esta campaña es sobre la persona por quien luchamos”.
“Solamente, vean cómo estamos desarrollando nuestra (respectivas) campañas”, señaló.
“Donald Trump esta dependiendo de billonarios y de grandes corporaciones, y esta vendiendo acceso a cambio de contribuciones de campaña”, denunció.
“Hace un par de meses, en Mar-a-Lago (la lujosa residencia de Trump en el sudoriental estado de Florida), literalmente, ofreció a grandes compañías petroleras -lobistas (lobbyists) del gran petróleo- que haría lo que le ordenaran, por mil millones de dólares en donaciones de campaña”.
“En cambo, nosotros, estamos desarrollando una campaña impulsada por el pueblo”, compartió, para informar que “hemos tenido las mejores 24 horas (desde el anuncio de Biden), en la historia de campañas presidenciales, en recolección de fondos de la sociedad civil”.
Harris aseguró, asimismo, que esta campaña es, además, sobre dos diferentes visiones de nuestra nación: una, en la cual estamos enfocados en el futuro, la otra, enfocada en el pasado”.