¿Qué ocurrió?
El mundo ha despertado hoy, lunes 22 de abril de 2025, con la triste noticia del fallecimiento de Su Santidad el Papa Francisco, quien expiró a las 7:30 de la mañana en Roma, justo al día siguiente del Domingo de Pascua. Su partida, tan simbólicamente cercana a la celebración de la Resurrección, parece haber sellado su existencia bajo el signo más profundo de la fe cristiana: la vida, muerte y resurrección en Cristo.
¿Quién era?
Jorge Mario Bergoglio, el primer Papa latinoamericano, el primer jesuita, el primer Francisco, fue un líder espiritual que desafió estructuras, conmocionó tradiciones y sembró esperanza allí donde muchos solo veían ruinas. Nacido en Buenos Aires, Argentina, hijo de inmigrantes italianos, fue un pastor del pueblo, un «testigo de la esperanza», como lo ha definido con justa precisión la Academia Internacional de Líderes Católicos, profundamente ligada a él en misión y espiritualidad.
¿Cuándo y dónde falleció?
Su muerte tuvo lugar en la Santa Sede, en la residencia papal del Vaticano. A pesar de su avanzada edad y sus múltiples afecciones de salud, Francisco mantuvo su compromiso hasta el último momento, entre el «pueblo santo y fiel de Dios», cumpliendo con humildad los deberes de su cargo, como lo haría un verdadero siervo de Cristo. Murió como vivió: de pie, con el cayado del Buen Pastor en la mano, mirando a los ojos de la humanidad.
¿Cómo vivió su pontificado?
Francisco no tuvo un pontificado fácil. Enfrentó crisis internas, escándalos, resistencias conservadoras y la indiferencia de quienes, en el exterior, esperaban un líder más político que profético. Y sin embargo, fue profeta. Fue constructor de puentes (de ahí su insistencia en la “cultura del encuentro”), fue voz de los sin voz, camino para los migrantes, abrazo para los GLBTI+Q, y padre espiritual de una Iglesia que, como él mismo lo pidió, debía parecerse más a un hospital de campaña que a un club cerrado.
¿Por qué fue importante su figura?
Francisco no solo fue Papa; fue testimonio vivo de una fe encarnada en la historia de los pueblos. Incorporó en el corazón del Vaticano la sabiduría de la Teología del Pueblo, una corriente latinoamericana que entiende la fe no como ideología sino como experiencia vivida desde la cultura popular. Con ello, resituó el centro de gravedad del catolicismo: del eurocentrismo al sur global, del privilegio al servicio, de la rigidez doctrinal a la misericordia pastoral.
Como escribió con gratitud y emoción Rocco Buttiglione, presidente de la Academia Internacional de Líderes Católicos, el Papa Francisco confió en ellos cuando muchos los acusaban de conservadores. Él los alentó, les dio abrigo, visión y horizonte:
“La esperanza no es un optimismo superficial. Es un ancla que nos mantiene unidos a la Verdad y a la Persona de Cristo…”
¿Para qué sirvió su legado?
Francisco deja más que reformas: deja un camino abierto. Su fallecimiento no marca un punto final, sino una coma en la historia viva de la Iglesia. Su clamor por una Iglesia pobre para los pobres, su llamado a una “ecología integral” con la encíclica Laudato Si’, su apuesta por la sinodalidad, por la descentralización del poder eclesial, por la escucha y el diálogo interreligioso, son semillas sembradas que esperan ser regadas con fidelidad y valentía.
Como ha expresado la organización «NO HAGO NI MATES»:
“Nos unimos al duelo que embarga a toda la Iglesia Católica y a toda la Humanidad… Que Dios lo reciba en su regazo y que ilumine al Cuerpo Cardenalicio en el proceso que se inicia pronto allá en el Vaticano.”
¿Qué sigue?
La muerte del Papa Francisco abre la puerta a un nuevo cónclave, un nuevo discernimiento eclesial. Pero más aún, abre un tiempo de evaluación, de apropiación y de conversión. En su despedida terrenal, resuena con fuerza una verdad que defendió con pasión:
“La traición comienza cuando el adjetivo prevalece sobre el sustantivo, cuando ser conservador o progresista prevalece sobre ser católico.”
La Academia Internacional de Líderes Católicos, nacida en América Latina pero con proyección global, ha abrazado su legado. Ha comprendido, con claridad, que no hay una Iglesia europea y otra latinoamericana, sino una única Iglesia, enriquecida por sus múltiples rostros culturales.
Y nosotros, ¿qué haremos con este legado?
Francisco ha sido un Papa sembrador. No ha recogido frutos políticos ni revolucionarios, como Juan Pablo II. Pero ha tocado corazones, ha humanizado la fe y ha devuelto a muchos el rostro de un Dios cercano. Hoy, el llamado no es al llanto pasivo, sino a la continuidad activa.
Desde este rincón del mundo, desde nuestra fe sencilla pero ardiente, le decimos gracias, Papa Francisco. Que la luz del Resucitado, en cuyo nombre viviste y moriste, te reciba y te glorifique.
Amén.
