En medio de una perspectiva económica mundial desafiante, con la proyección de la tasa de crecimiento más baja en tres décadas, se plantea la interrogante de si el sector privado puede ser el salvador ante la inminente desaceleración económica. El informe Perspectivas económicas mundiales advierte sobre la posibilidad de una «década perdida» debido a la caída de las tasas de crecimiento a largo plazo, lo que limitaría la capacidad de los países para combatir la pobreza y abordar el cambio climático. Ante este panorama, el pesimismo entre los líderes empresariales ha aumentado en los últimos meses, lo que ha generado preocupaciones sobre la recuperación económica post pandemia y la estabilidad financiera.
Las tradicionales políticas fiscales y de expansión monetaria que se implementan en respuesta a la desaceleración económica, pueden no ser factibles para muchos países debido a la crisis de la deuda pública que afecta a naciones en desarrollo y avanzadas. La pandemia de COVID-19 ha incrementado significativamente la deuda pública en todo el mundo, lo que limita la capacidad de los gobiernos para diseñar respuestas fiscales efectivas. Asimismo, una política monetaria expansiva podría empeorar la situación al aumentar la inflación, una preocupación importante tanto para las personas como para los responsables de políticas económicas.
En este contexto, el sector privado emerge como una pieza clave para impulsar el crecimiento económico. La inversión privada, en particular, juega un papel fundamental en la actividad económica al fomentar la innovación, la creación de empleo y el fortalecimiento de los lazos con el resto de la economía. Sin embargo, la inversión privada ha experimentado un declive en la mayoría de las regiones desde la crisis financiera mundial de 2009, lo que suscita la interrogante de si esta tendencia puede revertirse.
Las expectativas de riesgos y rendimientos en las economías, sectores y empresas, determinan en gran medida el impulso de la inversión privada. Por lo tanto, el entorno empresarial juega un papel crucial en estimular o desalentar dichas inversiones. En la actualidad, es imperativo implementar reformas para mejorar este entorno, tanto en países en desarrollo como en países avanzados.
Las crisis económicas pueden ser una oportunidad para identificar áreas de debilidad y motivar la implementación de reformas. Durante la crisis financiera mundial de 2009, muchos gobiernos introdujeron regulaciones financieras más estrictas y llevaron a cabo reformas para facilitar la actividad empresarial. Sin embargo, las tendencias previas a la pandemia no eran prometedoras en cuanto a la calidad de las regulaciones empresariales, especialmente en los países en desarrollo.
La lista de reformas necesarias para mejorar el entorno empresarial es extensa, y la falta de parámetros internacionales claros en esta materia representa un desafío. En este sentido, el Banco Mundial puede marcar una diferencia al proporcionar orientación y detalles sobre las reformas requeridas. Proyectos como Business Ready, el programa ampliado de encuestas a empresas y el informe La mujer, la empresa y el derecho, buscan ofrecer directrices para que el sector privado pueda recuperarse y crecer de manera sostenible en tiempos de crisis.
En conclusión, el sector privado tiene un papel fundamental en el rescate económico ante la inminente desaceleración. La inversión privada es un mecanismo esencial para impulsar el crecimiento económico, pero su debilitamiento en la última década plantea desafíos. Para que el sector privado asuma este rol crucial, es necesario llevar a cabo reformas que mejoren el entorno empresarial y fomenten la inversión. En este sentido, el Banco Mundial y sus iniciativas pueden ser aliados importantes en la búsqueda de soluciones para enfrentar la crisis económica mundial.