Netanyahu sigue, sin distraerse, la criminal hoja de ruta sionista hacia la plena anexión de Gaza y Cisjordania -y, simultáneamente, implementa su agenda personal de supervivencia política-.
Avanzando en la línea de tiempo iniciada con la Nakba (en árabe, la catástrofe) -que marcó la unilateral declaración de independencia por parte de Israel, en 1948, e implicó la masacre y la expulsión de miles de palestinos de sus lugares ancestrales-, continuada, durante las siguientes décadas, con sucesivas guerras regionales y ocupaciones ilegales de territorios vecinos, Netanyahu mantiene -y agudiza- el brutal belicismo antipalestino.
La agresión actual se inició con la falsa bandera del 7 de octubre, a partir de la cual -y groseramente manipulando el concepto de defensa ante una agresión- lanzó, en Gaza, el genocidio que, al momento de escribir esto, presenta saldo superior 33 mil víctimas fatales
-la mayoría: niños y mujeres-, además de que sigue demoliendo, físicamente, ciudades -lo que incluye hospitales, instalaciones de Naciones Unidas y de otras entidades humanitarias internacionales, escuelas usadas como refugio para civiles-.
En ese demencial contexto de caos, generado por la limpieza étnica que las tropas de las Fuerzas de Defensa de Israel (Israel Defense Forces, IDF) están flagrantemente perpetrando, la virtual totalidad de la población de Gaza -estimada en algo más de dos millones- está en permanente desplazamiento interno.
La mayoría de los desplazados está en el sur de la franja, principalmente en la ciudad de Rafa, fronteriza con Egipto, y anunciado objetivo de las IDF.
La necesidad de Netanyahu en cuanto a regionalizar -e internacionalizar- el conflicto se tradujo, como inicio formal, en la flagrante provocación, el 13 de abril, a Irán.
Las IDF destruyeron, ese día, en una incursión aérea sobre Damasco -la capital de la limítrofe Siria-, el consulado de Irán, por considerar que se trataba de una fachada diplomática que ocultaba un centro operativo militar del régimen iraní.
No se necesita ser un investigador académico, ni un experto en política internacional para llegar a la conclusión de que se trató de un más que obvio reto para lograr lo que, como no podía ser de otra manera, ocurrió: una represalia militar iraní contra Israel.
Dos días después del ataque al consulado, centenares de drones cargados con explosivos, y de misiles, fueron lanzados, por Irán, hacia territorio israelí.
Según la versión oficial del régimen sionista, virtualmente ninguno de los proyectiles ni de las aeronaves iraníes hizo blanco en territorio israelí, ya que fueron interceptados, en vuelo, por unidades aéreas de guerra estadounidenses y de otros países, lo mismo que por el sistema de baterías antiaéreas que constituye el denominado Domo de Hierro (Iron Dome)
-antimisiles- de Israel.
En tal contexto, se consolida la violación de preceptos internacionales que protegen a las instalaciones de las sedes diplomáticas a nivel global.
Aunque con nivel de bestialidad considerablemente inferior, lo mismo, desde el punto de vista conceptual, ocurrió la semana previa, cuando la Embajada de México en Ecuador fue violentamente invadida, casi a la medianoche del 5 al 6 de abril, por efectivos militares y policiales, para perpetrar el secuestro del ex vicepresidente (2013-2017, 2017-2018) ecuatoriano Jorge Glas -quien, condenado a prisión por corrupción, y denunciando persecución política, tenía estatus de asilado-.
De modo que Netanyahu, en Oriente Medio, y el presidente ecuatoriano, el millonario derechista Daniel Noboa, en los Andes sudamericanos, han convertido, de hecho, a todas las embajadas, a nivel planetario, en objetivos militares.
La Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas -que toma su nombre de la capital de Austria, donde fue aprobada el 18 de abril de 1961-, vigente desde el 24 de abril de 1964, establece, con claridad meridiana, en el 22 de sus 53 artículos, la inviolabilidad de las instalaciones que ocupan las representaciones diplomáticas -a las que el texto se refiere como misiones-: “los locales de la misión son inviolables”.
Sin embargo, casi setenta años después, un belicista israelí y un oligarca ecuatoriano decidieron, violentamente de facto, anular un instrumento jurídico de carácter internacional que Israel y Ecuador firmaron -el 18 de 1961, día de aprobación del texto- y ratificaron
-respectivamente, el 11 de agosto de 1970 y el 21 de setiembre de 1964-.
Laurentino Cortizo, el saliente colega panameño de Noboa, trató de hacer lo mismo, en febrero, en la embajada de Nicaragua, para detener a Ricardo Martinelli, el también fugitivo ex presidente (2006-2014) de Panamá -condenado a 10 años y seis meses de cárcel, por legitimación de bienes-, pero no tuvo éxito.
Martinelli está asilado, desde el 7 de febrero, en esa sede diplomática, a la espera de que el gobierno de Cortizo -que ha dicho que no lo hará-, o el que lo suceda en junio, le otorgue el salvoconducto para irse a Nicaragua, a sumarse a sus colegas salvadoreños -igualmente, fugitivos, y acusados por delitos de corrupción- Mauricio Funes (2009-2014) y Salvador Sánchez Cerén (2014-2019), llegados electoralmente al cargo como candidatos por ex gobernante y ex guerrillero Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln).
Para justificar lo absolutamente injustificable -la limpieza étnica que está perpetrando-, Netanyahu y su criminal gabinete de guerra sostienen que los asiste el derecho a la defensa, luego del ataque lanzado, el 7 de octubre, por Hamás.
Estados Unidos, destacado socio de Israel, se hace eco de ese falaz argumento, utilizándolo como excusa para abastecer, al régimen de Netanyahu con ayuda militar cuyo valor es de varios miles de millones de dólares.
Pero cuando Irán -no obstante el hecho de que es gobernado, hace casi medio siglo, por una brutal dictadura religiosa- respondió, militarmente, a la agresión militar israelí del 13 de abril, en lugar de reconocerle el derecho a la defensa, Estados Unidos y el Reino Unido lo sancionaron por la acción retaliativa.
Simultáneamente, el régimen israelí, otra vez manipulando, groseramente, el derecho a la defensa, anunció la decisión de responder, militarmente.
Frente a esto, los aliados de Israel se limitaron a recomendar, a Netanyahu, que la respuesta no sea excesiva.
La invariable y recurrente aplicación, por parte de los poderosos, de “la vara para malmedir” sobre la que escribió el fenomenal poeta cubano Nicolás Guillén (1902-1989), en su “Elegía”.
La respuesta del sionismo belicista se materializó, la noche del 18 abril, también con un bombardeo aéreo -en este caso contra una instalación militar, según versiones
periodísticas-.
Pero Netanyahu consolidó su intención de regionalizar -e internacionalizar- la guerra contra Gaza, ya que, según información diferentes medios de comunicación internacionales, el ataque también fue lanzado contra objetivos en los territorios de, respectivamente, Irak -la capital- y Siria -la zona sur-.
Irak y Siria son limítrofes entre sí, el primero es, además, fronterizo con Israel, y, el segundo, con Irán-.
Y, por si el escenario bélico regional no tuviese suficientes protagonistas, Recep Tayyip Erdoğan, el autoritario presidente (desde 2014) de Turquía -limítrofe con los tres agredidos por Israel-, atizó, el 22 de abril -cuatro días después del bombardeo israelí a los tres países-, el fuego bélicopolítico.
Según versiones periodísticas internacionales, Erdoğan advirtió -en calidad de promesa-: “vamos a mandar, a Netanyahu, a que Alá se haga cargo de él, que lo haga sufrir”.